Decía este fin de semana la aún vicepresidenta Carmen Calvo que «ir a elecciones no puede considerarse un fracaso en democracia». Y tiene razón. Votar es la mejor forma de expresar la voluntad popular de los administrados. Pero a la autora de otras grandes frases como «el dinero público no es de nadie», que data ya de los lejanos tiempos en los que ejercía como ministra de Cultura con Zapatero, se le olvida que gobernar un país no puede convertirse en algo asambleario.
A los políticos, que nos han costado 111.000 euros diarios a todos los españoles desde el pasado 28 de abril y que seguirán cobrando hasta el 9 de noviembre, se les ha olvidado que una parte importante de su trabajo es negociar y consensuar.
Este lunes, el rey firmó la disolución de las Cortes y la convocatoria electoral para el 10N. La cuarta en cuatro años. Algo con apenas un antecedente en la Europa democrática: Polonia. Hasta nuestros vecinos del sur se ríen del despropósito sellado por los 350 diputados de la decimotercera legislatura: «Nosotros hemos podido hacer todas las reformas y cambios necesarios gracias a la estabilidad. No hemos sufrido un impás como el de España», presumía el líder socialista portugués António Costa ante su principal adversario, Rui Rio, en el debate central de la campaña lusa.
El fracaso no tiene un solo padre. Es colectivo. Ninguno de los partidos ha hecho un solo gesto que permitiera desbloquear la situación sin necesidad de volver a acudir a las urnas. El PSOE se enrocó en el Gobierno en solitario; Podemos, en la coalición salvadora para mantener en la poltrona a Iglesias y Montero; Ciudadanos le devolvió a Sánchez su famoso «no es no» y replicó con el silencio y el desprecio a los gritos de las bases socialistas en Ferraz la noche del 28A; y el PP y Vox hicieron de la ideología la excusa para evitar que el país se pusiera en marcha tras un letargo que se remonta ya al año 2016.
España necesita alguien que coja el timón. Los que se frotaban las manos con el fin del bipartidismo se lamentan hoy de la falta de madurez democrática de quienes se han mostrado incapaces de cumplir con un precepto básico en democracia: pactar.
Y lo peor es que las encuestas nos dicen que la situación no mejorará el 10N a las once de la noche. Los resultados teóricos mantienen la igualdad entre bloques. Sería terrible mantener el empate y aplicar el cerrojazo. La crisis económica que ya nadie niega, la situación en Cataluña, el brexit, los presupuestos de Montoro prorrogados ad aeternum... España tiene muchas asignaturas pendientes. Ojalá los políticos estén a la altura de sus votantes.