El vendaval Podemos simboliza el desgaste de un régimen lastrado por la corrupción
28 dic 2014 . Actualizado a las 05:00 h.
«Probablemente, el año que viene muchos no estemos aquí y en estas mesas se refleje una composición de fuerzas distinta a la actual». Es raro que los discursos en la entrega de premios que, al terminar cada ejercicio político, organiza la Asociación de Periodistas Parlamentarios tengan un poso trascendente. Pero el 2014 no ha sido un año cualquiera y el mensaje con el que presidente del Congreso, Jesús Posada, cerró la gala recoge eso que tan claramente se respira en el ambiente: que España está a las puertas de un nuevo ciclo político. En doce meses, han cambiado muchas cosas. El impulso de la transición ha llegado a su fin. Los protagonistas de ese período histórico, presentes en la vida de los españoles durante los últimos treinta y ocho años, se han convertido definitivamente en personajes para la historia. Y lo cierto es que la muerte, el pasado 23 de marzo, de Adolfo Suárez, el primer presidente de la democracia, ha cobrado, en este contexto, un cierto cariz simbólico. Como la del presidente del Banco Santander, Emilio Botín, el 10 de septiembre, o la del patriarca de El Corte Inglés, Isidoro Álvarez, cuatro días después.
Los antecedentes
Los indignados. Nada ha pasado de la noche a la mañana. Los españoles empezaron a descubrir los defectos del engranaje institucional que había ayudado a convertir a España en una «nación próspera» (como a menudo dicen los dirigentes políticos) a finales del 2008, cuando la caída del banco estadounidense de inversiones Lehman Brothers sacudió el mundo y puso en marcha una espiral destructiva de enormes consecuencias. En el 2011, los indignados, reflejo de un malestar colectivo, tomaron las calles y ocuparon la Puerta del Sol en plena campaña de municipales para clamar contra los desmanes del sistema financiero, la corrupción, la politización de la justicia, las desigualdades, los privilegios...
La política
El bipartidismo, en la picota. Sin embargo, ha sido este año cuando los anhelos de regeneración han tomado una dimensión mas amplia y contundente. El 25 de mayo, los dos partidos que, de forma alterna, han gobernado el país en las tres últimas décadas, recibieron un aldabonazo incuestionable en las urnas. Entre ambos, ni siquiera fueron capaces de sumar el 50 % de los votos en las elecciones al Parlamento Europeo. Cinco años antes, en esos mismos comicios alcanzaban casi el 81% de los sufragios. El líder de la oposición, el exministro Alfredo Pérez Rubalcaba, entendió el mensaje y dijo adiós tras 21 años dedicado a la política. El fracaso del PP (que venía de ganar las elecciones en noviembre del 2011, con el 45 % de los votos) y del PSOE (en la oposición tras obtener el peor resultado de su historia en unas generales, un 29 %) vino acompañado del crecimiento de IU e UPyD que casi triplicaron sus votos de 2009, pero sobre todo, tuvo plasmación en la irrupción de una nueva fuerza, Podemos, y de un nuevo y mediático líder político, Pablo Iglesias, politólogo de 36 años, miembro de las Juventudes Comunistas en su adolescencia y activista antiglobalización, erigido en la voz de la calle.