El final de una era

Tino Novoa EN LA FRONTERA

ESPAÑA

06 nov 2014 . Actualizado a las 05:00 h.

Ayer anunció su marcha el único diputado que permanecía en el Congreso desde 1977. El adiós de Guerra simboliza el final de una era y la encuesta del CIS, el inicio de otra. Más allá de su peso electoral -aún por ver, porque el sondeo es una foto del momento que no anticipa miméticamente lo que vaya a ocurrir en las urnas-, la fulgurante irrupción de Podemos es la expresión inequívoca de una ruptura social y política. No es que la transición haya muerto, porque ha cumplido un papel trascendental y muchos de sus principios y valores deberían perdurar, sino que ha agotado su recorrido. No se puede vivir en las sombras del pasado, por glorioso que haya podido ser. España necesita un nuevo impulso vital, porque tiene capacidad para ganarse una vez más su futuro. Pero no puede hacerlo hipotecado por una clase política infectada por la corrupción, aislada en una burbuja ajena al sufrimiento ciudadano, y que ha usurpado las instituciones en su beneficio. Germinan en la sociedad nuevos valores, nuevas expectativas, nuevas formas de comunicarse y la necesidad de nuevos líderes. Podemos debe demostrar aún que responde a esa esperanza, que tiene respuestas efectivas a los problemas. Los demás, que pueden regenerarse. Si no, morirán. Pero el futuro aún no está escrito.