En la cresta de la ola del malestar general

Tino Novoa EN LA FRONTERA

ESPAÑA

05 ago 2014 . Actualizado a las 07:00 h.

Al fin, aquellos miles de indignados que se echaron a las calles en el 2011 han encontrado su cauce de expresión política. Aquella marea que muchos despreciaban, e incluso ridiculizaban, muestra ahora su fuerza. Una fortaleza derivada del profundo malestar de un amplio sector de la sociedad al que la crisis ha empobrecido, cuando no arrojado extramuros del sistema, y de la absoluta insensibilidad con que la clase política ha gestionado ese dolor. Los partidos establecidos han pensado que era solo cuestión de tiempo que la situación económica remontara y las ovejas descarriadas volvieran al redil. No han sido conscientes de que el sufrimiento está siendo extremo. Muchas de las víctimas han quedado en la cuneta para siempre y las que no, como mínimo han visto sacrificado su estatus, nivel de vida y perspectivas de futuro.

Y cada caso de corrupción que se destapa es echar sal sobre una herida que ya supura. La extensión de las corruptelas y la sensación de impunidad de sus protagonistas, antes y después de ser descubiertos, afianza la idea extendida de los políticos como un grupo de personas que, con enorme cinismo, practican lo contrario de lo que predican mientras se afanan en llenarse el bolsillo y en protegerse los unos a los otros. Una visión que, aunque injusta con la inmensa mayoría de los políticos, el escándalo de Pujol ha venido a apuntalar.

Todo esto explica que haya hecho tanta fortuna la expresión casta, una idea-fuerza que sirve tanto para identificar a quienes se considera culpables de todos nuestros males como de banderín de enganche para combatirlos. Y ahí radica el éxito de Podemos. Una fuerza de aluvión, retroalimentada por su propio éxito en las europeas, que sirve de vía de expresión del malestar general. Su reto empieza ahora, cuando, al pasar de movimiento a partido, tenga que organizarse y tomar decisiones sobre problemas concretos, estrategias, proyectos y programas. Entonces, y solo entonces, se verá si es algo más que una válvula de escape de la ira general.