La plaza tiene un simbolismo histórico para el republicanismo
19 jun 2014 . Actualizado a las 07:00 h.También era primavera. Aquel 14 de abril el joven periodista Josep Pla contacta a primera hora de la mañana con el ministro de Hacienda, Joan Ventosa, que le cuenta de primera mano las reflexiones del rey Alfonso XIII en el consejo de ministros del 13 de abril de 1931. Se meditaba qué hacer tras el histórico triunfo del republicanismo en las elecciones municipales, sobre todo en las ciudades. Ministros como De la Cierva abogaban por resistir con el Ejército. Pero Ventosa le reproduce la histórica frase del rey, la verdadera antesala de su renuncia para evitar un baño de sangre. «Podría, seguramente, resistir. Pero la fuerza material no puede emplearse cuando no se tiene fuerza moral para ello», dijo Alfonso XIII.
Poco después, Josep Pla observa que una bandera republicana comienza a izarse en el Palacio de Comunicaciones. La noticia corre por toda la ciudad. Esa bandera significa que el poder se ha traspasado al Gobierno provisional republicano y la gente se dirige calle Alcalá arriba hacia la Puerta del Sol, donde está Gobernación.
El centro de poder en 1931 es la Real Casa de Correos, donde hoy tiene su sede la Presidencia de la Comunidad de Madrid y donde está el célebre reloj de las campanadas. Muchos de los republicanos que hoy planeaban concentrarse en Sol son conscientes del poder simbólico de esta plaza para el republicanismo español. Tienen en su cabeza aquel día histórico. Otros, quizás más jóvenes, guardan una referencia más reciente: las concentraciones del 15-M. Pero el Tribunal Superior de Justicia de Madrid ratificó ayer la decisión de la Delegación del Gobierno de prohibir la concentración convocada en la Puerta del Sol por la Coordinadora Republicana.
Pero volvamos a la otra primavera, la que relata Pla en sus excepcionales reportajes reunidos en Madrid. El advenimiento de la República. Al escritor le sorprende el gran número de banderas republicanas que, con la banda morada de los comuneros de Castilla, salen del armario. En una ciudad, además, que creció en el regazo de la corte. Incluso en los círculos aristocráticos, antes baluartes monárquicos, «se ha producido como una especie de campeonato para ver quién izaba primero la bandera republicana». Josep Pla narra el espíritu del converso, algo que puede observarse hoy en las redes sociales. Pero quizás entonces el mensaje republicano impregnó a más clases sociales y a más sensibilidades políticas. No solo a la izquierda.
En taxi hacia el poder
Pla ve pasar a Miguel Maura y a Manuel Azaña en taxi por la calle de Alcalá tras las negociaciones para la entrega del poder. El periodista alcanza con esfuerzo el portalón del Ministerio de la Gobernación y después reproduce la entrada de Maura y Azaña en el centro del poder.
«Somos el Gobierno provisional de la República», le dijo Maura a un oficial de la Guardia Civil. Azaña, «pálido como un muerto», porque temía que empezaran a disparar, se seca el sudor aliviado cuando ve que el oficial ordena a un grupo de guardias ponerse firmes y mostrar sus respetos.
Maura llama uno a uno a todos los gobernadores, provincia a provincia. Afuera, en la plaza, una multitud atronadora jalea la República «y como en Madrid se cena tarde, el espectáculo duró mucho». El cambio de poder, de esta manera tan simple, se ejecutó sin dramas. La gente, cuenta Pla, arrancaba los periódicos de las manos a los vendedores. Efectivamente, eran otros tiempos.