Rajoy se esfuerza en destacar la normalidad de la sucesión. Y el Gobierno se empeña en contradecirlo acumulando excepciones. Primero, manteniendo para don Juan Carlos el título de rey, sin adjetivos, al nivel del ejerciente. A continuación, forzando su aforamiento con efecto retroactivo, contradiciendo así los principios que justifican el fuero de determinados cargos. El esperpento llega al extremo de que el Consejo del Poder Judicial defienda una cosa en términos generales y proponga la contraria en el caso concreto del rey. La última, por el momento, es que se le vaya a mantener el rango de capitán general en la reserva en lugar de pasar a la situación de retiro, contraviniendo así la ley del personal militar. Las leyes se hacen para todos y a todos y cada uno nos deben afectar de igual manera. Saltar por encima de la ley para salvaguardar o favorecer posiciones particulares es el mayor ataque al Estado de derecho. No es que no sea razonable que el rey reciba ese trato especial, es que al no haberlo previsto cuando debían ahora tratan de reparar el error pisoteando las leyes. Y eso es lo grave, porque dañan la institución que pretenden proteger y avivan las llamas del fuego que las amenaza. El mayor peligro para el sistema es la incapacidad de quienes lo pilotan.