Cañete se enroca e intenta enterrar la polémica de su comentario machista

M. Cheda ORDES / LA VOZ

ESPAÑA

OSCAR CELA

El exministro presume de recuperación y censura a los «progres de pacotilla»

21 may 2014 . Actualizado a las 10:54 h.

Tiene hechuras de Sancho, pero estos días es más Quijote. Sus escuderos lo protegen de sí, acaso de una nueva pifia: ayer el machismo, mañana Dios sabe. Quién se lo iba a decir a él, hasta hace nada el mejor valorado, un pincel, la monda. Ahora lo llevan como una de esas santiñas en urna que los devotos, con mimo, pasean de casa en casa y mantienen guapa cuando toca por calendario. Va y viene, cruza España como cavilando «virgencita, virgencita, que me quede como estoy». Y en ese viaje encapsulado, sin improvisaciones ni entrevistas incómodas, una campaña de cartón piedra, ayer recaló en Galicia. Tarde en Lugo y noche en A Coruña. Nada de maestranzas: Castro de Rei y Ordes, ambas plazas menores. Cañete, Miguel Arias. Menudo cartel.

Cayendo el sol por poniente se dejó él caer por la LP45, una gran sala donde lo mismo se maza la chavalada con Pitbull a todo trapo que Coti actúa en acústico. Aunque, entre las artes, más que con la música, el exministro se queda con la literatura. El hombre de los yogures que no caducan es Umbral. Esquivo con la prensa, a la defensiva, viene aquí para hablar de su libro y se va allá, habiendo hablado de su libro, para hablar otra vez de su libro. Y así, hasta el infinito que se le está haciendo al PP este tramo final de la carrera hacia el 25-M.

Porque anoche en la discoteca se limitó a hacer lo que mejor sabe, que no es bailar ni invitar a copas sobre la barra, sino recitar sus endecasílabos campechanos. Casi siempre rima con herencia, Zapatero y minoritarios. Para los epítetos, los manidos: horrorosa, desastroso, peligrosos... La oda a Rajoy y el milagro de la recuperación del país la clava. Y la égloga del campo español gracias a sus gestiones en Europa, también. «Nos tenemos que alegrar de que las cosas empiezan a cambiar. [...] De la UE nosotros venimos con las manos llenas, no vacías; con resultados, no con eslóganes; y con palabra, no con mentiras», proclamó. Solo eso debería conducir a la gente a votar gaviota el domingo, arguyó. Además, enfrente están «los progres de pacotilla», «los que se cargaron el Estado de bienestar», el PSOE.

De lo otro, de lo suyo, pasa. Olímpicamente. No pide disculpas. Ni siquiera se molesta en defenderse, que para echarle capotes ahí ya sobra gente: De Cospedal en Tarragona, Feijoo desde Andalucía, González Pons en Burgos... Cañete, de hecho, intenta enterrar, sin citarla, la polémica que lo rodea desde el viernes. «El PSOE no habla de temas europeos ni de lo que interesa a los españoles. Habla de otras cosas. [...] Se enreda en otras cuestiones», sentenció. Lo más que hace por arreglar el desastre es trufar sus intervenciones con alusiones a «magníficas» políticas: Loyola de Palacio, Rosa Quintana...

«Machista» en Lugo

Pero, al menos de momento, no logra sacudirse ese estigma. Ayer en Castro de Rei, por ejemplo, unas mujeres, enseguida desalojadas y acalladas por aplausos del público, interrumpieron un acto del dirigente conservador al grito de «machista». Lo hicieron cuando este, relatando cómo transcurren las maratonianas negociaciones en Bruselas, bromeó con que, en una ocasión, había enviado de madrugada fotos a su esposa «para que se crea que estoy aquí», y no en un allá ni en un haciendo qué ni en un con quién que no especificó porque tampoco hacía falta.

Como falta tampoco le hizo en Ordes al presidente del PP de A Coruña, Carlos Negreira, que lo azuzaran para dar caña a los socialistas. «Ahora hacen micromítines, es que no les va ni el Tato», se recreó ante el millar de personas que abarrotaban la sala. Allí al rival le zurró en genérico y hasta en el DNI. No en vano, sobre José Blanco y Elena Valenciano llegó a espetar: «No hablan de Europa porque no saben. No han trabajado en la vida. No han estudiado ni para sacar el carné de conducir». Fin de la cita.