La caída antes del gran desplome

Enrique Clemente Navarro
Enrique Clemente LA MIRADA

ESPAÑA

07 feb 2013 . Actualizado a las 07:00 h.

Antes de que estallara el escándalo Bárcenas, que ha puesto al propio presidente del Gobierno contra las cuerdas, el PP sufría ya una caída estrepitosa en sus expectativas de voto, que el CIS cifra en 9,6 puntos con respecto a las elecciones generales de noviembre del 2011. Tampoco se había dado a conocer el resultado catastrófico de la EPA, que registraba un récord de parados de casi seis millones. Otras encuestas posteriores a ese mazazo que pone en cuestión la reforma laboral del Gobierno y al tsunami del extesorero apuntan a un desplome de más de 20 puntos. El progresivo descrédito a una velocidad de vértigo del partido gubernamental, previo al caso de corrupción que conmociona al país, responde a varias razones. Por un lado, al incumplimiento de muchos de los principales puntos de su programa electoral, con medidas como la subida de los impuestos (IRPF, IVA), la bajada de hecho de las pensiones, los recortes en educación y sanidad, con la introducción del copago farmacéutico, y otras que están golpeando a los más desfavorecidos y asfixiando a las clases medias. Por otro, a la falta de resultados de su política económica, con un agravamiento de la recesión (caída del PIB del 1,37 %) y un aumento de los desempleados (casi 700.000 desde que Rajoy llegó a la Moncloa). Las promesas de que las cosas irán mejor a partir del 2014 son un triste consuelo para quienes lo están pasando muy mal aquí y ahora.

Antes de caso Bárcenas, un 82 % decían tener ya poca o ninguna confianza en Rajoy, lo que es alarmante en un tiempo en que precisamente lo que se necesita es confianza en los gobernantes. Que el líder de la oposición, Rubalcaba, inspire aún menos añade motivos de reflexión para los dos grandes partidos. El PSOE sube tan poco, con un PP en caída libre, que no puede estar ni mucho menos contento. En este escenario de descrédito de los políticos (el tercer problema para los españoles), la corrupción escala a marchas forzadas como preocupación ciudadana. La situación es límite.