Abocados a un cambio de modelo

ESPAÑA

Prioridad total, al futuro presidente le costará espantar la depresión económica. Se precisa una profunda transformación, con nuevos sectores que permitan crecer

05 nov 2011 . Actualizado a las 10:25 h.

España escarba en el suelo. Se auguraba a inicios del 2011 que este sería el año de la luz. Hoy aún se teme más a lo que suceda en el primer semestre del 2012. Se ha tocado fondo hace meses, pero se desconoce el fondo del fondo. España se asoma a su segunda recesión en apenas dos años (hasta inicios del 2010 no se volvió a crecer, tras 18 meses en negativo); a un paro que superará con certeza los 5 millones de personas antes de acabar este ejercicio; y enganchado a los mismos motores de siempre. No ha habido un cambio de modelo económico en los últimos diez años. Las únicas luces las aportan hoy el sector exportador y el turismo. Y el primero, con la actual fortaleza del euro -que penaliza las ventas en el exterior por haberse revalorizado un 40 % en los últimos años-, comienza a debilitarse, según acaba de confirmar el Banco de España.

Errores e improvisación. Al Gobierno se le achaca un exceso de optimismo económico, una falta de anticipación y una excesiva improvisación. Ha fallado, como ha admitido en la campaña el propio Rubalcaba: «Si volviéramos al 2008 hay cosas que no haríamos». El primer error, y hay un consenso unánime, fue negar aquel año que España estaba metida ya en la crisis mundial: cuando se celebraron los últimos comicios de Zapatero se crecía a un 0,5? % trimestral, la mitad que un año antes. No se vio, o no se quiso ver, y cuando se quiso actuar se hizo con el problema encima. El cambio de liderazgo en la gestión económica (Elena Salgado por Pedro Solbes) no fue un remedio efectivo. El segundo problema fue presumir de sector financiero cuando había cajas ya con serios problemas, con más de 200.000 millones de euros metidos en el ladrillo y un negocio descontrolado. Hoy la reforma financiera está pendiente, cuando otros países de la UE ya la han superado. La tercera rémora fue confiar en los estímulos públicos (el célebre Plan E) durante un tiempo, cuando se sabía que Bruselas miraba con lupa la deuda pública, impidiendo que se supere el 6 % de déficit este año (algo que difícilmente se cumplirá). Ahora se tiene que digerir esa fiesta.

Frenazo en los últimos meses El crecimiento económico se ha congelado (un 0 % en el tercer trimestre), y solo el Gobierno prevé que el PIB crezca por encima del 1 % este 2011. El resto de analistas, nacionales e internacionales, apuestan por un tibio medio punto. Y eso no crea empleo; solo con repuntes anuales del 2 % se generan puestos de trabajo.

La situación es delicada en toda la eurozona, pero en España las incertidumbres son mayores por dos motivos: un modelo económico basado en los mismos pilares, que ahora débilmente sostienen, y un espectacular repunte del desempleo. La hostelería, el comercio, el sector terciario en definitiva, sigue aportando el 22? % del PIB, igual que en el año 2000, aunque las circunstancias no son las mismas. Y la construcción aún genera el 10 % de la economía española; en el 2006, en pleno bum del ladrillo, suponía un 12 %. Las cosas apenas han cambiado, y hoy no se ve un sector pujante.

Ls respuestas. Y a partir del 21 de noviembre, ¿qué se puede hacer? Hay dos claves fundamentales. La primera es propiciar un crecimiento que, inevitablemente, tendrá que venir de un nuevo modelo económico que se despegue de la herencia pasada. Era, en cierto modo, el objetivo de la ley de economía sostenible, de flojos resultados. Más conocimiento y menos cemento. La apuesta ha de pasar por la innovación, la investigación, las energías renovables, los nuevos emprendedores...

Nada se conseguirá si no hay estímulos y dinero en circulación que financien nuevos proyectos. Y para ello es preciso un sector financiero que acabe su mutación (para antes de 12 meses se augura una nueva concentración bancaria) y facilite el crédito. Se entiende que lo anterior se traducirá en puestos de trabajo, necesidad urgente, y con una vuelta de tuerca al mercado laboral, con esa flexibilidad que impone la UE.

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