Badalona, un laboratorio explosivo

Enrique Clemente Navarro
Enrique Clemente BADALONA/ENVIADO ESPECIAL.

ESPAÑA

Paro masivo, ocupación de casas, pisos patera, delincuencia y brotes racistas sacuden la tercera ciudada más poblada de Cataluña, con barrios que tienen un 30% de inmigrantes

26 nov 2010 . Actualizado a las 02:00 h.

Tres jóvenes rumanos han llegado hace unas semanas de Burzau. Apenas chapurrean unas cuantas palabras de español. Arrastran por la calle de Xile, en el barrio badalonés de Artigues, una carretilla en la que llevan chatarra e incluso zapatillas deportivas usadas para vender. Así pretenden ganarse la vida. Su mirada trasluce tristeza. Son la viva estampa de la desolación.

Paro masivo, numerosas personas de múltiples países deambulando por las calles sin nada que hacer, pisos patera, casas ocupadas y luego alquiladas a los inmigrantes, explotación de los recién llegados, delincuencia, drogas, miseria, brotes de racismo y xenofobia, un alto porcentaje de niños sin escolarizar. Estos son los males que azotan los barrios de Sant Roc y Artigues, en Badalona, con altas tasas de inmigración, convertidos en explosivos laboratorios donde se pone a prueba todos los días la convivencia y los políticos juegan con fuego, unos porque no reaccionan ante los problemas, otros porque crean alarma. El discurso duro del PP sobre la inmigración ha calado. Incluso el de la extrema derecha.

«Tenemos un 40% de inmigración en la zona y además de muy distinta procedencia: paquistaníes, rumanos, sudamericanos, marroquíes, etc...; y esto, lo pongas donde lo pongas, crea conflictos», señala el veterano líder vecinal de Artigues Ángel Vendrell.

Isabel, de 35 años, es vendedora de una panadería en la calle de Simancas, en el límite de Artigues y Sant Roc. Sus padres son andaluces, pero ella nació en Badalona. Dice que no ha tenido ningún problema con los extranjeros, pero apunta que «tendrían que haber puesto un tope». Su queja es que «los ayudan más que a nosotros, les dan más becas y comedores, no es justo». Antonio, de 21 años, entra a comprar el pan y tercia en la conversación: «Hay que echarlos a todos, se han hecho los dueños». Titubea cuando se le pregunta en qué trabaja y responde que en la venta ambulante.

En un bar muy próximo, su propietario, Juan Carlos Plaza, de 44 años, asegura: «Aquí hay muchos problemas, hay mucho paro, la gente salta por nada». «Los rumanos van al pillaje, si te pueden quitar la cartera lo hacen, con los gitanos de toda la vida no hay problemas de convivencia», afirma. Está de acuerdo con el concejal del PP Xavier García Albiol, que repartió un tríptico donde se leía un cartel que decía «No queremos rumanos». Va a votar a Alicia Sánchez-Camacho y espera que «limpie el barrio», porque los inmigrantes «traen más miseria».

«Nos han invadido»

En el bar está Santiago Navarro, un autóctono de etnia gitana, con tres hijos, que no tiene trabajo y vive del subsidio. «Hace cuatro años esto no era así, nos han invadido, pero racismo hay en todas partes, los gitanos rumanos son conflictivos, nosotros no tenemos problemas», afirma. Va a votar al PSC.

«Hay demasiados extranjeros, robos y violencia», asegura Antonio, un cordobés que lleva 40 de sus 63 años en el barrio de Artigues. Está de acuerdo con la propuesta del PP de que se vayan a su país si no tienen trabajo. Coincide con él Salvador Piriz, un jubilado nacido en Badajoz que lleva 43 años en el barrio. «Mi calle parece de Pakistán o Bangladés, se han hecho los dueños de esta zona», afirma. También votará al PP, porque está de acuerdo en que «los que vengan a robar y a meterse en las casas, fuera».

«Estas zonas son caldo de cultivo de la extrema derecha, no del PP sino de Anglada, muchos vecinos me lo dicen», afirma Vendrell, que alerta de que puede haber un estallido social. «En el barrio hay miedo», asegura Diego Justicia, presidente de la Asociación de Vecinos de Sant Roc, que ve una gran injusticia en culpar solo a los inmigrantes. Ambos coinciden en que los que causan problemas son muy pocos, pero llaman la atención.

«Los más conflictivos son los gitanos rumanos, les cuesta más desenvolverse, se dedican a pequeños hurtos», afirma Vendrell. Pero Justicia, que vive al lado de una familia rumana, dice que los gitanos de este origen son solo 120 personas en Sant Roc. «A los extranjeros les echan la culpa de todo, pero si sube la delincuencia es por la crisis, de algo tendrán que comer», subraya.