La nueva imagen de Francia que eclipsa al hiperpresidente

ESPAÑA

La cantante y ex modelo se ha convertido en un fenómeno mediático, pero también influye políticamente en su marido

26 abr 2009 . Actualizado a las 02:00 h.

Guapa, elegante, glamurosa, seductora, independiente, de izquierdas, ex modelo, cantante, «domadora de hombres» -según su propia autodefinición-, coleccionista de amantes, desde los roqueros Eric Clapton y Mike Jagger hasta los actores Kevin Costner o Vincent Perez, pasando por el ex primer ministro socialista Laurent Fabius y el multimillonario Donald Trump.

Carla Bruni parecía la mujer más inapropiada para convertirse en la primera dama de Francia y en la esposa de un político de derechas, autoritario, de gustos horteras, modales hoscos, trece años mayor y ocho centímetros menos, y todo excepto guapo como es Nicolas Sarkozy. Pero están a punto de cumplir 15 meses de feliz matrimonio y ella es la nueva imagen de Francia, un fenómeno mediático que eclipsa incluso a Supersarkozy.

Después de separarse de su segunda esposa, Cécilia, difícilmente podría haber encontrado este nuevo Napoleón, esta especie de actor de un gigantesco escenario mundial, una esposa a la altura de sus inmensas ambiciones y sus oceánicos aires de grandeza, de su estrategia de espectáculo permanente.

«La conciencia de izquierda de Sarkozy». Así denominaba el semanario Le Point en una reciente portada a la que consideraba «la mujer más influyente de Francia». Una influencia no solo humana sino también política que resulta imprescindible para entender mejor al nuevo Sarkozy que surgió cuando se casó con la cantante nacida en Italia el 2 de febrero del 2008.

«Su papel es inmenso y yo le doy gran valor a lo que me dice. Sus reflexiones amplían mi perspectiva, mi pensamiento», reconocía a la revista un hombre enamorado que no oculta su admiración por su Carlita, como la llama en la intimidad. «Ha dado prueba de una capacidad de adaptación notable. Ha sabido imprimir la idea de que podía ser cantante, autora, música y cumplir, sin el menor fallo, su papel a mi lado», aseguraba «Ha dado decenas de entrevistas y no ha cometido un solo error. Las prepara cuidadosamente, sola, sin mí», añadía.

Personalidades opuestas

«Me hace partícipe de sus decisiones, yo le doy mi punto de vista. Jamás me dice. ''¿qué harías tú en mi lugar?''», asegura ella. «No es cuestión de izquierda y derecha, Carla plantea la cuestión humana en el centro de las reflexiones y yo el del interés general», responde su marido.

Dos personas en apariencia opuestas. Ella una izquierdista humanista, que apoyó a la socialista Ségolène Royal y que llegó a decir que se alegraba de no ser italiana cuando Il Cavaliere bromeó a costa del «siempre bronceado» Obama. Él, un derechista sin complejos, que solo salvó al líder italiano de sus críticas a los líderes mundiales y que dice pestes de los excesos de Mayo del 68. «Nuestro matrimonio no supone la renuncia de lo que es ella», dice Sarkozy. Y es así: Bruni no ha parado su carrera musical al entrar en el Elíseo y sigue trabajando en el estudio de grabación de su lujoso apartamento en un exclusivo barrio parisino. «Soy de izquierdas, pero no lo reivindico como una provocación frente a la mayoría de mi marido ni como una militante», asegura Carla.

La mujer que en 1993 declaraba al Corriere della Sera que para seducir a un hombre debía tener «dinero y poder», que confesó en Madame Figaro «soy monógama de vez en cuando, pero prefiero la poligamia y la poliandria», que abandonó al que era su marido para irse con su hijo, con el que tuvo un niño, es hoy fiel al hombre al que considera su héroe contemporáneo.

A sus 41 años, nacida en Turín dentro de una familia muy rica, Carla se enteró de que su padre biológico era un italiano que residía en Brasil cuando falleció, ya octogenario, el que había ejercido como tal. A los 19 años comenzó su exitosa carrera de modelo -ganaba seis millones anuales-, que cambió por la de cantante, también triunfal, ya que vendió dos millones de copias de su primer álbum.

¿Cómo puede congeniar esta esnob exquisita que lee a Proust, Cioran y Pessoa, ama a Klimt y Lubitsch y la música por encima de todo con este fan de Johnny Hallyday, un hombre de lenguaje barriobajero que prometió limpiar los barrios marginales de «gentuza», llamó «gilipollas» a un ministro y «cabroncete» a un ciudadano que no quiso darle la mano? ¿La erótica del poder?

El «hiperpresidente», siempre «en ofensiva permanente» y de «ego sobredimensionado» -en palabras del filósofo Marcel Gauchet-, la «audacia perpetua» (para Alain Duhamel), «el presidente coronado de una sociedad política del espectáculo» -Laurent Joffrin, director de Libération, dixit- va a cumplir dos años en el poder marcados por su hiperactividad, su protagonismo en la escena mundial y sus problemas domésticos por la crisis.

Hijo de un húngaro emigrado, audaz y seductor, pragmático y reformista, efectista y oportunista, ambicioso y obsesivo, con ilimitada hambre de poder y gran manipulador de los medios de comunicación, Sarkozy es un animal político de primera categoría. Sus apelaciones a refundar el capitalismo, sus amenazas de abandonar el G-20 si no adoptaba decisiones concretas y su rivalidad con Obama demuestran su tendencia a convertirse en divo de la escena internacional, desempeñando un papel superior al que correspondería a Francia. Mientras, con una economía en recesión, aunque, eso sí, menos que la alemana, y un paro del 8,6%, la mitad que el español, su popularidad en Francia está en declive; en abril cayó dos puntos, hasta el 36%. Pero Carla está al rescate. Ella sí es insuperable.