Armisticio preelectoral en CiU

ESPAÑA

Mas y Duran frenan in extremis la ruptura de la coalición nacionalista a seis meses de las generales, pero las heridas siguen abiertas y la crisis puede reproducirse

24 sep 2007 . Actualizado a las 02:00 h.

CiU ha superado, aunque sólo de momento, la peor crisis de una historia común que comenzó hace 29 años, cuando Convergència Democràtica y Unió Democràtica sellaron una exitosa coalición nacionalista que también ha dejado su impronta de moderación y seriedad en la política española.

Desde entonces, la relación ha sido difícil, pródiga en enfrentamientos, pero la ruptura nunca estuvo tan cerca como durante la semana pasada, a sólo seis meses de las elecciones. Artur Mas y Josep Antoni Duran i Lleida, cuya falta de sintonía personal es evidente, tuvieron que reunirse el viernes pasado en el Hotel Princesa Sofía, de Barcelona, durante más de cuatro horas, para frenar in extremis una crisis que había puesto a CiU al borde del abismo. Esta vez no se trataba de una discrepancia táctica, como la que sigue abierta entre ambos por los pactos poselectorales, sino de fondo sobre el proyecto político mismo de la federación.

Todo comenzó cuando el convergente Mas anunció a principios de septiembre, sin consultar previamente a Duran, que preparaba un proyecto de refundación del catalanismo para abrirse a sectores del PSC y ERC. El líder democristiano rechazó la iniciativa de convertir a CiU en una especie de «casa común» por considerarla fruto de la deriva soberanista de Mas y, en venganza, aplazó su candidatura para encabezar la lista de CiU a las generales. También se opuso frontalmente a la propuesta convergente de formar un bloque con el PNV y el BNG para negociar pactos poselectorales en el Congreso.

«Tocando los cataplines»

A partir de ahí se sucedieron las declaraciones subidas de tono, con descalificaciones personales incluidas. Convergència emitió un comunicado en el que reprochaba a Duran que hubiera congelado su designación y que aburriera a los catalanes aireando las diferencias en CiU y le instaba a ponerse «manos a la obra» de cara a las elecciones. Duran se sintió ofendido por lo que calificó como una «falta de respeto tremenda», por la insinuación de que se estaba «tocando los cataplines».

Altos dirigentes de CDC filtraban que consideraban la candidatura de Duran «inviable», porque ya estaba «quemada», y le acusaban de haber hecho un «daño irreparable» a CiU. Oriol Pujol, miembro de la ejecutiva de CDC e hijo del ex presidente de la Generalitat, echaba más leña al fuego al emplazar a Duran a decir si quería ser el número uno de la lista o no, ya que su candidatura pendía de un hilo. Y, en caso de que su respuesta fuera afirmativa, dijo que sería necesario «pulir las asperezas y los defectos» de Duran. Unió reaccionó con indignación y amenazó con presentarse en solitario en las urnas.

Dos factores nuevos

Dos factores nuevos daban, además, mayor la gravedad a la crisis: la falta de poder político y la ausencia de Jordi Pujol en el liderazgo. Sin embargo, fue la intervención del incombustible president la que forzó la tregua entre Mas y Duran. Pujol se postuló como cabeza de lista si el líder democristiano renunciaba. Éste comprendió que debía recular.

El acuerdo sellado el viernes se sustenta en dos ejes: 1) Duran acepta ser candidato y CDC se compromete a dejar de cuestionarlo; 2) Mas garantiza que su plan de refundación del catalanismo no supondrá una radicalización soberanista y Unió expresa su respeto por el mismo.

Una vez más la crisis se aplaza, como sucedió con el pacto del 23 de julio pasado tras las sonoras diferencias entre Mas y Duran sobre los posibles pactos después de las elecciones. El líder democristiano sigue siendo partidario de entrar en un posible Gobierno socialista y quiere ser ministro. El convergente considera que eso es incompatible con que el PSC no le deje gobernar en Cataluña pese a ganar en las urnas.

Los dos socios y, sin embargo, rivales han firmado un frágil armisticio por interés electoral que aparca la crisis hasta después de las generales, pero las heridas siguen abiertas y las relaciones están muy tocadas.