El maltrato sube a las tablas en una pieza de Dulce Chacón

Carmen Romero madrid

ESPAÑA

JUAN LÁZARO

No se lo pierda | «Algún amor que no mate» La sala Cuarta Pared acoge esta pieza, que reflexiona sobre la violencia sexista

05 mar 2004 . Actualizado a las 06:00 h.

Corría el año 1996 cuando Dulce Chacón plasmó el conflicto interior de la mujer maltratada, que se debate entre la lealtad conyugal y su instinto de supervivencia, en la novela Algún amor que no mate. La escritora, que falleció el pasado diciembre a causa de un cáncer fulminante, se adelantó a la ola de denuncias que rodean actualmente al que, sin lugar a dudas, es uno de los problemas más acuciantes de la España actual. La sala Cuarta Pared pone en escena, en recuerdo de la novelista y coincidiendo con el estallido de repulsa social hacia los malos tratos, la adaptación teatral de Algún amor que no mate. Fue la propia Chacón quien versionó el libro por encargo de la compañía Noviembre Teatro -la misma que representa el montaje actual-, y compartió con el grupo el estreno de la pieza, que tuvo lugar en Las Palmas de Gran Canaria en diciembre del 2002. Finalista en los Max Ya sin el apoyo de la autora, la compañía presenta en la capital este texto, finalista en la reciente edición de los premios Max. La obra, que permanece en la sala madrileña -uno de los espacios más consolidados de la escena alternativa- hasta el próximo 28 de marzo, narra el calvario de Prudencia, una mujer atrapada en el laberinto de sumisión y angustia forjado por el maltrato. Eduardo Vasco, entre cuyos últimos trabajos como director de escena destacan La muerte de un viajante, de Arthur Miller, Carta de amor, de Fernando Arrabal, y La Dama boba, de Lope de Vega, lleva las riendas de este montaje que, en sus propias palabras, «no sólo busca concienciar al espectador, que para eso ya estan las asociaciones, sino impactarle». Vasco ilustra esta voluntad de conmoción con una anécdota: «Cuando estrenamos la obra en el 2002, una señora salió llorando de la sala, y le dijo a Dulce: no puedo ver eso, porque es mi propia vida». Al día siguiente, la escritora invitó a la espectadora a ver la obra junto a ella. La tragedia íntima de la víctima se refleja sobre el escenario a través de una estructura narrativa compleja, plagada de flashbacks, en los que hace balance de sus equivocaciones, y mediante un desdoblamiento de su psicología. Dos actrices -Isabel Ordaz y Charo Amador- encarnan la cara y la cruz del dilema de Prudencia, los polos interiores que la empujan, por un lado, a rebelarse contra el maltrato y, por otro, a aferrarse a los residuos del amor. Tanto Ordaz, ganadora en 1998 del Goya a la mejor actriz por Chevrolet, como Amador, curtida en el teatro clásico durante la década de los ochenta, articulan sus interpretaciones sobre un escenario descarnado y en torno a una serie de objetos simbólicos como, por ejemplo, una chaqueta masculina que representa al hombre ausente.