Zapatero no probó el sandwich

La Voz

ESPAÑA

JUAN LÁZARO

PAVEL GÓMEZ CRÓNICA La rotura de la silla de Jesús Posada dio pie al líder de la oposición para hacer varios chistes

27 jun 2001 . Actualizado a las 07:00 h.

asaban cuatro minutos de las doce cuando Aznar arrancó a hablar. Con Celia Villalobos de viaje oficial, Aznar concentraba sus miradas en otro escaño vacío entre Trillo y Piqué. Ángel Acebes, el ausente, llegó poco más tarde, azorado. Cuando entró, la voz monocorde y metálica de Aznar martilleaba el silencio. El ministro de Justicia se sentó y Piqué le dedicó dos palmaditas. «¿Ha dicho algo?», preguntó. Piqué negó dos veces. Para entonces el líder de IU, Gaspar Llamazares, había tomado una hoja entera de notas. Se adivinaba una caligrafía desordenada: transcribía al presidente cuesta arriba. Nada que ver con José Luis Rodríguez Zapatero. Breves notas en un papel diminuto y boli barato de capuchón que quitaba y ponía. Había nervios. Cuatrocientos periodistas (frente a los 350 diputados) y casi 50 asesores ministeriales tomaban los pasillos, plagados de televisores, para seguir el debate. La voz monocorde y metálica de Aznar martilleó la mañana, ausente de pasión. Ni siquiera pataleó la oposición. Aplaudieron los populares. Tras varios minutos de cla, el bigote de Aznar se ablandó para sonreir a su gente y la oposición huyó a comer. Sólo Zapatero aguantaba en su sitio. ¿A qué esperaba? Bajaban por el pasillo sus compañeros. Los que le tienen confianza le dedicaban frases cortas y palmaditas en la espalda, como a un torero. Pero Zapatero no se inmutaba, clavados sus ojos en Aznar. Sólo cuando el PP se cansó de aplaudir y se levantó la sesión, fue a preparar su discurso. Aznar, la experiencia es un grado, se permitió el lujo de comer en la Moncloa. Zapatero se quedó en el Congreso, donde recibió consejos de última hora de Felipe González. Bis a bis, sin testigos. Luego, se juntó con el portavoz del PSOE, Jesús Caldera, y su jefe de gabinete, José Andrés Torres. Rumió sus ideas al tiempo que una ensalada y algo de fruta, regando con coca cola. El sandwich ni lo probó. Y dieron las cuatro. Estaba calentando Zapatero la tribuna con temas de Extranjería, cuando una pata del sillón de Jesús Posada se rompió ruidosamente. A duras penas, Posada mantuvo una posición digna. Zapatero, hábil, provocó la risa general: «Señor Posada, lo lamento de verdad, yo no hablaba de Administraciones Públicas. Espero que esto sea una anécdota y no se empiecen a caer todos los sillones del banco azul», añadió. Ya nada fue lo mismo. Zapatero tuvo buena hinchada. El PSOE aplaudía a rabiar cada guiño. Aznar jugaba en casa y, por cada dato de Zapatero, recibía un tarjetón de cifras. Realmente, Zapatero sólo cogió al Gobierno al hablar de los programas «chabacanos» de TVE. «Los sábados por la noche son un concurso de ropa interior». Aznar, encogiendo los hombros, le preguntó a Rajoy de qué iba la cosa. Rajoy se encogió también. José Luis Moreno no estaba en las tarjetas.