¿Qué hacemos con los suspensos?

EDUCACIÓN

FREDERICK FLORIN

El psicólogo Carlos Pajuelo ofrece en su úlimo libro una práctica guía para afrontar el problema de las malas notas sin dramas familiares 

21 jun 2015 . Actualizado a las 05:00 h.

Miles de boletines de notas llegan a las casas gallegas este mes. De toda la vida, el fin de curso ha sido un alivio para unos y un infierno para otros. Los suspensos se viven en casi todas las casas como un drama que el psicólogo Carlos Pajuelo analiza en su nuevo libro, Cómo sobrevivir a los suspensos de tu hijo, con grandes dosis de humor y ánimo para los desolados progenitores. En la obra, Pajuelo ofrece algunas claves para afrontar con tranquilidad el fracaso escolar, y abre su discurso con un mensaje claro: «en la educación de los hijos solo hay una certeza, que es la de que los queremos. Por eso, durante estos años en los que los educamos deberíamos evitar que los suspensos envenenen nuestra relación con ellos». Aquí van algunas otras claves de su discurso.

con ánimo y sin drama  

Pajuelo recuerda en su obra que los suspensos son una parte inseparable del aprendizaje. «Es una señal que indica a tu hijo que debe hacer algo diferente respecto a los estudios, y una señal para ti que te indica que hay que intervenir». Pero aconseja no hacer un drama del asunto y adelantar ya un futuro negro y sin solución. «Los suspensos afectan, lógicamente, al estado de ánimo, por eso hay que vacunarse. Es muy difícil ejercer la tarea de padre o madre desde el desánimo». Y recuerda la necesidad de blindar los afectos: «Cuando llegan los suspensos a casa nunca se sabe cuánto tiempo se quedarán. Por tanto es necesario proteger los afectos y poner «los cariños» a salvo».

aprender a estudiar 

Muchas veces el problema de los estudiantes es que les faltan recursos para abordar la materia. «En los centros educativos debería enseñarse a estudiar, porque es a los que enseñan a quienes les corresponde asumir la tarea de enseñar a aprender. Y esto debería hacerse desde el primer día». El experto asegura que, por lo general, a los niños y adolescentes se les enseñan contenidos y se les ponen exámenes pero nadie les forma en técnicas de estudio para que asimilen toda esa materia. 

odiosas comparaciones

La exigencia del éxito en todos los ámbitos de la vida presiona a los padres para evaluar a sus hijos y a sí mismos, en comparación con el entorno, lo que supone un grave error. «En lugar de destacar y valorar todo lo que hacemos por nuestros hijos nos dedicamos a fustigarnos (...). ¡Dios mío! (pensamos) El problema no es  solo que el modorro de mi niño no estudie, sino que, además, tiene unos padres incompetentes». Tampoco vale de nada intentar que el suspendedor reaccione con frases como «mira tu primo» o «a ver si haces como fulanito».

cuidado con lo que piensas 

Lo que pensamos dirige nuestras emociones y conductas. Por eso el psicólogo aconseja controlar los pensamientos negativos. «La realidad es que cuando tu hijo suspende te pasas mañana, tarde y noche pensando: ?este niño tiene un problema en la cabeza, algo no funciona bien?, e incluso haces una lista de los parientes de tu pareja que, según tu, no están muy bien de la azotea. (...) No paras de repetirte frases como: ?Este niño no está maduro. Como siga así va a ser un desgraciado, porque no tiene capacidad para organizar su vida y se deja influir por cualquiera?». Ante esta avalancha de negativismo, el experto nos anima a hacernos una pregunta: «¿De verdad crees que el futuro de una persona depende de sus notas?».

¿será que no sé educar? 

Los fracasos en los estudios hacen que muchos padres se planteen su competencia para educar a sus hijos. Tendemos a creer que las dificultades de nuestros hijos se deben a algo que nosotros hemos hecho mal. Pajuelo pregunta en el libro: «¿Les dices a tus hijos que les quieres? ¿les pones límites, ¿sabes decirles ?no??, ¿supervisas sus actos y sus tareas?,  ¿les guías y les orientas?, ¿satisfaces sus necesidades básicas? Si has contestado afirmativamente a tres o más de estas preguntas debes saber que estás haciendo mucho por educar a tus hijos»; y anima a los padres a dejar de pensar que «todo es un asco».

las temibles expectativas 

Es verdad que lo que los padres esperan de sus hijos es muy importante a la hora de que los segundos respondan de una u otra forma ante los estudios. El autor del libro, que ha tratado con muchos problemas de aprendizaje, habla también del efecto Pigmalión, que tiene que habla de que las posibilidades de que una persona logre hacer algo están directamente relacionadas con lo mucho o poco que esa persona cree en sus posibilidades. «Basta con creer que puedes aprender a montar en bicicleta para conseguirlo, y basta con que creas que te vas a caer para caerte». Pajuelo alerta de que «es posible que a los hijos a los que consideramos más capacitados les ofrezcamos más estímulos, más tiempo, más confianza... Y ellos, al ser tratados de un modo diferente, responden de igual manera y confirman las expectativas de sus padres. Pero a veces los hijos aprenden a comportarse pasivamente en los asuntos académicos y sienten que no pueden hacer nada y que, pese a las oportunidades que se les ofrecen, no son capaces de modificar la situación. Por esta razón muchos de nuestros hijos suspenden».

¿una bofetada a tiempo? 

Sobre este tema tan polémico se ha escrito mucho, y todavía hay muchos padres que consideran que una bofetada a tiempo habría solucionado el actual problema de su hijo. Sobre este tema, el experto opina que «la bofetada surge porque llega un instante en el que ya no sabemos qué hacer para que nuestros hijos obedezcan, para que no falten al respeto, para que se callen, para que dejen de gritar, para que no nos miren con cara de perdonarnos la vida. El momento de las bofetadas llega cuando los padres estamos más asustados y perdidos». El psicólogo asegura que puede entender «que se escape una bofetada, porque, de hecho, entiendo la desesperación de los padres ante el comportamiento de sus hijos. Pero me gustaría que te hicieras esta pregunta: ?¿No crees que cuando tu hijo se encuentra más perdido, desafiante y descontrolado es cuando más necesita a unos padres firmes, seguros, y controlados??».

la clave está en los hábitos de estudio

Según todos los expertos, gran parte del éxito académico reside en los hábitos de estudio. El autor del libro incluye en la publicación un práctico esquema que habla de los tiempos y momentos ideales para el estudio en cada sector de edad. Dice, por ejemplo, que un alumno de 1º de ESO debería estudiar sesenta minutos diarios, uno de 2º de ESO, setenta minutos, uno de 3º, ochenta y uno de 4º, noventa. Se debe elegir un lugar con pocas distracciones y no dejarles el ordenador ni el móvil cerca mientras estudian porque la tentación es excesiva. Hay que marcar un horario de estudio de lunes a viernes y repasar lo estudiado en el f in de semana. Para distribuir las materias, conviene empezar por las de dificultad media, seguir por las difíciles y acabar por las fáciles. También asegura que en los momentos de descanso se deben evitar actividades como el móvil o la televisión y aconseja controlar lo que el niño estudia, «porque si no vigilamos lo que van estudiando y cómo lo estudian nos encontraremos de nuevo con los mismos resultados: más suspensos». Recuerda Pajuelo que memorizar no es sinónimo de estudiar, porque «lo que no se entiende no se aprende», y también añade que se deben planificar los trabajos y los exámenes con el tiempo suficiente «para no llegar justos a la fecha de entrega o del examen».

¿quieres motivarlo? pues motívate primero 

Es la eterna explicación de muchos profesores ante la actitud de los niños que suspenden: «es que no está motivado».  El libro lo deja claro, los padres no pueden motivar, porque la motivación es algo «que surge del inerior de cada persona», pero hay algo que puede ayudar a los hijos que los padres «actúen, piensen y vivan como personas motivadas». «¿Quieres hijos motivados? Pues actúa como un padre motivado. Un padre que transmite a sus hijos un interés por su trabajo, que se muestra igualmente interesado y entusiasmado por las cosas que hacen sus hijos, su familia».

y la famosa autoestima 

La falta de autoestima sigue siendo un problema que está detrás de la mayoría de los casos de fracaso escolar. «¡Ay, el día que alguien descubra cómo embotellar la autoestima! ¡Ese se forra!», bromea Pajuelo. Y vuelve a incidir en la importancia de utilizar expresiones como «bien hecho», «sé que puedes hacerlo», «estoy orgulloso de ti», «es una buena idea», «inténtalo» o «te quiero»; y dejar a un lado las que tanto se usan : «no tienes ni idea», «eres un vago», «vas a ser un desgraciado» o «qué decepción».