Un hombre bueno, como lo son los sabios verdaderos

ECONOMÍA

Santi M. Amil

Campeón del pensamiento crítico, era especialista en fiscalidad y municipalismo

24 jun 2021 . Actualizado a las 05:00 h.

Cuando muere un hombre bueno nos preguntamos, como si hubiera justicia en la duración de la vida, por qué no se han ido antes otros que se han dedicado a hacer daño o a pasar por este mundo sin pena ni gloria. Ese ha sido el primer pensamiento al conocer la dolorosa noticia del fallecimiento de Xaquín Álvarez Corbacho, economista, investigador, profesor, ensayista, pero sobre todo un hombre bueno, querido por todos los que lo trataron porque se lo merecía, angelicalmente tímido, humilde como solo son los sabios verdaderos, a pesar de su enorme talento y sus capacidades, que podría haber seguido empleando en su tarea infatigable de hacernos mejores.

Nacido en O Grove, fue el primer alcalde democrático de su pueblo bajo las siglas del Partido Comunista. Su figura y su obra contradicen la caricatura del comunista que hoy propalan tantos promotores de la ignorancia dotados de potentes altavoces mediáticos: militó en el partido que más hizo por la restauración de la democracia en España; era un campeón del pensamiento crítico, enemigo de los dogmas, y su insistente defensa de las políticas sociales y redistributivas siempre se sustentaba en un análisis riguroso de los datos con los que tantas veces definió nuestras circunstancias.

«Esta casa me la pagó el fútbol», me comentaba en O Grove en nuestro último encuentro personal, hace ya unos años, recordando su paso por el Celta de Vigo en los sesenta. Pero el fútbol no lo enganchó como sí lo hizo la ciencia económica, que estudió en Santiago y después en Inglaterra. En la Universidad compostelana fue catedrático de Hacienda Pública, para pasar posteriormente a ejercer la cátedra de Economía Aplicada en A Coruña tras una productiva estancia en el Consello de Contas de Galicia. Sus especialidades eran la fiscalidad y el municipalismo. Con sus libros y sus artículos en La Voz nos ayudó a comprender las trabas que frenan el desarrollo pleno de las potencialidades de Galicia: la incapacidad financiera de nuestro minifundio municipal, la cultura de la subvención, la irresponsabilidad fiscal, las carencias educativas.

Sus análisis molestaban, pero era bien consciente: «Al poder hay que hablarle siempre claro -le sobran los botafumeiros- para neutralizar su tendencia a la visión triunfal. Aunque le moleste. Aunque sea arriesgado. Como siempre», escribía en este periódico en septiembre del 2003. 

Sus propuestas

Entre sus propuestas comprometidas figuraron continuamente la búsqueda de un sistema fiscal progresivo, de una mayor inversión en educación, de un urbanismo cuidadoso o de una reorganización territorial (especialmente en el muy llevado y traído asunto de la unificación de municipios de menos de 10.000 habitantes) que permitiera superar la asfixia financiera de los pequeños ayuntamientos y sus resultantes de dependencia y clientelismo. «Si los impuestos son el precio de la civilización, afirman los clásicos, no debemos sentir vergüenza ni pedir perdón por defender la solvencia fiscal», decía en un artículo del año 2002. «El municipalismo gallego -escribía un año después- tiene todavía que afrontar, al menos, cinco problemas básicos que lo atrofian y singularizan con respecto al municipalismo español. Uno es reconocer o asumir sus profundas debilidades presupuestarias y fiscales, así como iniciar procesos de convergencia y normalización. El segundo problema es reconocer la indisciplina y los comportamientos primarios que sobre el urbanismo tienen instituciones, personas y empresas implicadas. En tercer lugar, estaría el problema de la ampliación y cualificación de los trabajadores al servicio de la administración local, condición imprescindible para el diseño de programaciones estratégicas y para gestionar con eficiencia los servicios públicos. El cuarto problema se asocia al pacto local e implica ajustar la distribución de competencias entre administraciones y mejorar su financiación. Finalmente, estarían los cambios del sector público local ante el declive demográfico, la concentración desigual de la actividad económica, las nuevas tecnologías, las modificaciones en la ordenación del territorio y los procesos de globalización. Son cuestiones que apenas se mencionan en las campañas electorales porque no están en la agenda del político. Pero su consideración es ya inaplazable».

Muchas de las carencias que Corbacho diagnosticó y combatió todavía nos pesan. No debemos hablar más de él en pasado. Su obra está viva y disponible para el público en sus libros y en los muchos artículos presentes en la hemeroteca de La Voz de Galicia. Nuestros dirigentes, y todos los ciudadanos que mantengan una conciencia democrática, deberían repasarlos continuamente.