La guerra por el control de la patronal aleja a las empresas gallegas de la CEG

Mario Beramendi Álvarez
mario beramendi SANTIAGO / LA VOZ

ECONOMÍA

M.MORALEJO

La organización ha perdido peso como interlocutor ante la Xunta, y eficacia en la lucha por defender a las pymes

11 mar 2017 . Actualizado a las 05:00 h.

En menos de cuatro años han pasado por la patronal gallega tres presidentes. Y el tercero, Antonio Arias, que fue elegido el pasado mes de enero, se enfrenta a una grave crisis tras la decisión de Pontevedra, pilotada por Jorge Cebreiros, de no participar en las reuniones de los órganos. 

¿Qué es lo que explica la inestabilidad interna?

Las luchas de poder de las provincias. Fundamentalmente, la guerra entre A Coruña y Pontevedra. Entre el 2001 y el 2011 estuvo al frente el coruñés Antonio Fontenla. En el verano del 2013, el vigués José Manuel Fernández Alvariño cogió el timón gracias a que Lugo, apoyo tradicional de la organización coruñesa, decidió respaldar al candidato de Pontevedra. Alvariño salió en enero del 2016 tras un polémico mandato. Pero su sustituto, Antonio Dieter, apoyado por A Coruña, apenas duró un año. 

¿Por qué ocurre esto?

Básicamente, porque la CEG es una entidad en la que las organizaciones provinciales tienen y se reparten el poder. Por ejemplo, el comité ejecutivo de la patronal gallega está formado por los cuatro vicepresidentes - que son los presidentes provinciales- y diez vocales, dos por cada una de las cuatro provincias, y dos de libre designación por el presidente de la patronal. Dicho de otra forma, no están las organizaciones sectoriales: el metal, el comercio... La crisis de los últimos años y, sobre todo, la salida de Moure han acentuado la desafección de las organizaciones sectoriales respecto a la patronal. 

¿Cuáles son las consecuencias?

La CEG ha perdido en los últimos años una parte del crédito como representante e interlocutor del tejido empresarial. Grandes compañías gallegas de esta comunidad, algunas de ellas multinacionales, con empresarios hechos a sí mismos que partieron de la nada, no participan en la CEG. Ni confían tampoco en ella. Esta desafección se está extendiendo y acentuando en las pymes, más dependientes de los servicios que pudiera prestar una patronal. 

¿Cómo es la situación ahora?

La interlocución con la Administración gallega es ahora casi inexistente. A ello ha contribuido la crisis, que hizo saltar por los aires el diálogo social, y también un mayor respaldo a las figuras de los clústeres. La CEG ha perdido también una gran parte de los fondos con los que contó durante muchos años para prestar servicios de formación. Y en los últimos años, fruto de una grave crisis económica interna por la pérdida de recursos, la organización ha estado más pendiente de salvarse del concurso y del reparto de poder interno que de prestar mejores servicios en asesoramiento a las empresas, bien sea para mejorar sus negocios o para buscar mercados en el exterior. De hecho, se halla ahora inmersa en un plan de ajuste para reducir personal, lo que significa menos recursos humanos para atender las necesidades de las compañías gallegas. 

¿A qué retos se enfrenta?

Hay empresarios gallegos que sostienen que no tiene ningún sentido mantener cuatro confederaciones provinciales y una autonómica para la defensa de unos intereses comunes, como son los de la patronal. De hecho, el adelgazamiento de la CEG en la estructura de sus servicios centrales debilita la organización autonómica y favorece el poder de las provincias. La decisión de Pontevedra de no participar en los órganos de decisión es un paso que no tiene precedentes ni encaje en los estatutos actuales, y cuyo desenlace final es incierto. La CEG atraviesa graves problemas económicos y está pendiente de firmar un crédito hipotecario sobre su sede de 1,3 millones para garantizar su viabilidad económica.