Tras una larga espera, Ferrolterra se levantó el miércoles con la noticia de que finalmente Pemex confiará al tándem Navantia-Barreras el contrato para la construcción de los dos floteles. Y nos levantamos con ese sabor agridulce de quien es consciente de que en un momento como el actual, y en medio de una tremenda travesía por el desierto, este anuncio es como un oasis, pero también de que hace falta mucho más para encarrilar el futuro de nuestros astilleros públicos y, por extensión, el de una potente industria auxiliar y su plantilla que en los últimos años ha pagado con enorme crudeza la falta de contratos en Navantia.
Esta debe de ser, y estoy seguro que lo será, la primera victoria de una gran remontada. El punto de arranque de nuevos contratos para poder alcanzar el ritmo perdido. No nos podemos seguir permitiendo el lujo de dejar escapar el know how que el naval ferrolano atesora en la empresa matriz y en la industria complementaria.
Las estimaciones de la factoría hablan de un millón de horas de carga de trabajo y 130.000 de ingeniería. Son cifras importantes, pero hay mucha, demasiada, plantilla directa desocupada, que hace pensar que poco va a repercutir este contrato en la industria complementaria y se necesita también ocupar a las auxiliares.
Es necesario mover Roma con Santiago para optar a concursos en todo el mundo con ofertas competitivas, y demostrar que somos capaces de hacer más que barcos. Se han perdido algunos contratos por focalizar todos los esfuerzos en la industria militar y nuestros astilleros tienen mucho que demostrar también en otros mercados. Tenemos que seguir jugando la baza del dique flotante, es una apuesta firme que hemos respaldado desde el primer día desde la Confederación de Empresarios y que seguimos manteniendo, porque entendemos que a la vista de los más que buenos resultados que arroja Carenas y sus niveles de saturación, no se puede dejar escapar una fuente de ocupación como esta, y menos en los momentos en que nos encontramos.