«Al final, el ajuste lo pagan quienes menos culpa tienen»

m. s. d. redacción / la voz

ECONOMÍA

23 dic 2013 . Actualizado a las 07:00 h.

Si algo ha dejado claro el proceso de reestructuración del sistema financiero es que cuando el pez grande se come al chico, no quedan ni las espinas. Los empleados de las entidades absorbidas o subastadas lo saben bien, porque buena parte de ellos han perdido su trabajo. Las cifras son elocuentes: 57.000 trabajadores de bancos y cajas recibieron el finiquito en los últimos cinco años, aunque no se puede generalizar, dado que también aquí la suerte ha ido por barrios. Porque, puestos a liquidar empleo, las entidades fuertes, sanas y absorbentes, con el mandato y el amparo de Bruselas, han impuesto sus condiciones a los empleados.

Un buen día, Banco de Valencia, que acabó en manos de Caixabank, informó a su plantilla de que prescindiría de más de la mitad del personal. Pactaron un ERE para la salida de 795 empleados. Isabel es una de las afectadas por el ajuste. «Hubo mucho malestar porque se decía que el impacto iba a ser mayor fuera que dentro de la comunidad, pero en la zona tradicional; es decir, Valencia, Castellón, Alicante, la cosa ha sido igual o peor. Políticos y otros innombrables, con su mala gestión y quizá negocios no demasiado claros, nos ha llevado a la ruina. Y lo peor es que, al final, el ajuste lo pagan quienes menos culpa tienen. Esto ha sido una masacre», relata.

«Han despedido a los mejores»

Un compañero, que se escuda tras el nombre de Ícaro, relata su experiencia: «En la Región de Murcia han hecho un verdadero desastre. Han despedido a los mejores.

Se ha dado el caso de llamar a las diez de la mañana a un empleado para felicitarle por los buenos resultados y a las once del mismo día llamarle para despedirlo. ¿Quién habrá preparado las listas para los despidos?», se pregunta.

Serafín trabajaba en Unnim cuando fue vendido al BBVA al precio de un euro. Fue uno de los más de 1.200 despedidos. «La presión era tremenda. Todo el que no se acogía a prejubilación, excedencia, dimisión o despido voluntario estaba sujeto a despido o presiones para cambiar radicalmente de ciudad y si no lo coges, a la calle. Dicen que en la CAM pusieron apoyo psicológico a los despedidos. ¡Cuánta sensibilidad!», afirma.