Para evitar la bancarrota de nuestros países, y del euro, urge cuanto antes separar al máximo las deudas derivadas del sector financiero de las deudas públicas y, sobre esa base, compartir (mutualizar) entre los miembros de la eurozona cada una de ellas.
En la cumbre europea, la decisión de no considerar preferente la deuda pública que, de momento, canalice las ayudas a la banca privada va en la buena dirección de separar y no contaminar las deudas colectivas con las derivadas de la temeridad privada.
Cuanto antes se ponga esto por escrito en la letra del MEDE mejor para nuestra prima de riesgo. La decisión de permitir a finales de año que el MEDE preste directamente a los bancos (y no al FROB o a los Estados) es la mejor forma de separar las deudas públicas de las privadas.
En este caso lo preocupante es que habrá que esperar demasiado tiempo (a finales de año o comienzos del 2013) hasta que el BCE supervise todo el sistema financiero europeo. Un tiempo precioso en el que puede pasar de todo. Lo esperanzador es que si el MEDE presta directamente a los bancos se está asumiendo que las insolvencias bancarias de unas naciones derivan de los excesos crediticios de otras y que a todos nos conviene mutualizar la salida de este lío.
En conjunto las dos medidas contribuirán, además de a relajar la prima de riesgo, a que sean los accionistas y los acreedores los que paguen los platos rotos, en vez de hacerlo los depositantes o todos los contribuyentes. Respecto a la deuda pública, la cumbre europea ha sido aún menos contundente en las medidas y en los plazos. Se supone que el MEDE podrá comprar deuda soberana de países con problemas en los mercados secundarios. Hubiese sido mejor que lo hiciese el BCE como lo hizo en meses pasados. Pero el veto de Fráncfort y su pánico a la inflación han cegado esa vía. En su defecto es crucial saber si el MEDE actuará a petición del país con problemas, con qué condicionalidades y con qué requisitos. Según sea todo esto podría tratarse de un rescate encubierto, o bien de una mutualización transitoria por parte de la eurozona de la deuda pública de un país.
También en este caso triunfó el veto de Fráncfort a mutualizar la deuda en los mercados primarios (eurobonos). Aunque parece abrirse camino el considerar que el sistema financiero europeo lleva dentro una potencial burbuja financiera de deudas soberanas. Y que convendría, de nuevo por el bien de todos los acreedores, no seguir echando gasolina al fuego.
Que el club de la eurozona mutualice, al menos, la intervención en los mercados secundarios de deuda a través del MEDE no es homologable a lo que hace la Reserva Federal, pero es ponerse en el buen camino.