Profundo desasosiego

ECONOMÍA

16 may 2010 . Actualizado a las 02:00 h.

Nada parece calmarlos. La desconfianza, el ansia, incluso el miedo siguen imponiendo sus pautas en el comportamiento actual de los mercados financieros. El último viernes negro, el del 14 de mayo, es en realidad una cuenta más del ya largo rosario de episodios sobrecogedores acontecidos en las bolsas. En este caso, sin embargo, estamos ante un hecho que podemos calificar de singular, por dos razones muy diferentes. La primera es, paradójicamente, positiva: llama la atención que en momentos tan atribulados, el pánico haya quedado limitado al mercado de acciones, sin haber contagiado de un modo significativo al de deuda soberana, protagonista absoluto de los desastres de las últimas semanas. Ello quiere decir que el enorme paquete financiero recién aprobado para el sostén efectivo del euro, junto con la puesta en marcha de una cierta gobernanza económica de la UEM, puede estar dando resultado.

La segunda cuestión relevante y llamativa es la causa de la gran caída bursátil en sí misma. Además de algunos motivos muy particulares -como el temor a que los ya inevitables cambios en la regulación bancaria acaben teniendo un alto coste para ese sector, o la mera corrección de la euforia desatada a principios de semana- es claro que lo que en mayor medida deprime a los inversores es la posibilidad de que la tan anunciada recuperación de la actividad económica en Europa finalmente no tenga lugar. ¿Por qué razón? Pues sencillamente porque se va viendo que los propios durísimos ajustes fiscales que los mercados inicialmente aplaudieron serán una rémora importante para el consumo, y para el conjunto de las posibilidades de reactivación. Es decir, que la reciente crisis de la eurozona ha acabado de la manera más brutal con los debates de si era o no el momento de retirar los estímulos/muletas dispuestos en casi todos los países a lo largo del año anterior.

Este es un punto de gran interés, porque constituye el mejor resumen del momento especialmente complejo y contradictorio en el que se encuentra la economía europea (y en cierto sentido también la norteamericana): si por un lado es evidente que no se pueden sostener indefinidamente déficits públicos próximos o superiores al diez por ciento, por otro carece de lógica entrar por un camino que nos puede llevar de nuevo a la recesión. La elección entre estos dos contrarios tiene algo de angustioso, y la búsqueda del equilibrio es muy difícil para los gobiernos. Por su parte los mercados, ya lo vamos viendo, no saben ni a qué carta quedarse.