El último vuelo de Joaquín Loriga

David Cofán Mazás
David cofán LALÍN / LA VOZ

LALÍN

Daniel González Alén

El piloto de Lalín, pionero de la aviación en Galicia, falleció a los 42 años de manera inesperada en julio de 1927 al estrellarse una avioneta que probaba en el aeródromo de Cuatro Vientos de Madrid

12 jul 2022 . Actualizado a las 05:00 h.

«El fin de un intrépido aviador». Así titulaba La Voz de Galicia en su portada del 19 de julio de 1927 la fatídica noticia del fallecimiento del lalinense Joaquín Loriga y Taboada, pionero de la aviación gallega. El espíritu aventurero y la natural valentía que lo llevaron a coronar los cielos con el autogiro de La Cierva y a volar 20.000 kilómetros desde Madrid a Filipinas, acabó por costarle la vida con 42 años, cuando se estrelló mientras probaba una avioneta en el aeródromo de Cuatro Caminos de Madrid.

Una muerte que conmocionó a la sociedad de la época por lo que significaba Loriga como autor de hazañas que en aquel tiempo parecían sacadas de una novela de aventuras. «La pérdida de Loriga resta a Galicia una figura prestigiosa y de renombre merecido (...) Hay que lamentarlo profundamente, no solo por el espíritu humanitario; por el natural dolor que produce ver truncada una vida en plena floración, sino también por el egoísmo de pensar que no son muchos los hombres de arrestos, de espíritu emprendedor y de voluntad con que contamos, para que podamos permitirnos ver desfilar así a la tumba las figuras representativas de las nuevas generaciones», recogía la crónica.

El fatal accidente se produjo a las 11.40 horas, momento en el que el aparato que pilotaba Loriga caía en barrena desde una altura de 60 metros. El aviador dezano fue recogido aún con vida y trasladado a la clínica del aeródromo madrileño, falleciendo a los pocos minutos. Según explicaba La Voz, la avioneta era de la marca Albort, con motor Saín de 50 caballos. En ella había llegado a Madrid el piloto francés, Maignard, que probaba un vuelo directo desde Le Bourget hasta Madrid.

Insistió en ascender

Tanto el comandante en jefe del aeródromo, el señor Peñalver, como el capitán jefe de día, señor Calvo, hicieron ver a Loriga que ya no era hora de vuelo, pues eran las doce menos veinte de la mañana. Sin embargo, el intrépido lalinense insistió en sus deseos de ascender argumentando que aún faltaban diez minutos, pues la hora de vuelo terminaba a las 11.45 en esos días.

Tras salirse con la suya y lograr ascender con el aparato, a los pocos segundos del despegue la avioneta cayó súbitamente, estrellándose contra el suelo. El capitán Ramband, que volaba en un aparato Fokker y el capitán Méndez, que tripulaba otro avión, fueron los primeros en acudir en su auxilio.

Loriga presentaba las dos piernas fracturadas por diversas partes, una fractura en el cráneo y heridas en otros puntos del cuerpo. El doctor D’Arocour asistió al dezano sin poder hacer nada más que certificar su defunción. El cadáver fue trasladado al hospital militar de Carabanchel, donde quedó instalada la capilla ardiente.

Entierro en Lalín

El destino quiso que dos días antes, Loriga estuviese de visita en su Lalín natal, donde había sido objeto de cariñosos homenajes, así como en otras ciudades de Galicia. Su cuerpo fue trasladado en ferrocarril desde la estación del Norte en una comitiva fúnebre presidida por el obispo de Madrid y diversos representantes de la política, el Ejército y de la aviación. Un acontecimiento que congregó a una multitud de personas allá por donde pasaba.

El 21 de julio fue cuando Loriga llegó a Galicia, concretamente a Ourense, donde se le rindió un sentido homenaje en los andenes y la explanada exterior de la estación que estaban abarrotadas. De hecho, el ayuntamiento de la ciudad solicitó al padre del finado instalar el féretro durante unos minutos en el consistorio, aunque la oferta fue declinada.

El viaje hasta Lalín terminó en una furgoneta de la jefatura de Obras Públicas, previa parada en Dozón, donde fue recibido el cadáver por el alcalde lalinense, Jesús Aller Ulloa. En la capital dezana fue recibido con flores y los balcones engalanados, recibiendo el último homenaje antes de ser enterrado en el panteón familiar de la iglesia de Santa Eulalia de Losón.

Un dezano ilustre

95 años después Lalín sigue recordando a uno de sus vecinos más ilustres. Basta con dar un paseo por el casco urbano para encontrarse un gran monumento en su honor recordando el principal hito de su carrera como aviador: el viaje en autogiro desde Madrid a Manila. Además, Loriga fue la primera persona que posó un avión en suelo gallego, en el monte do Toxo el 23 de junio de 1927, apenas un mes antes de perder la vida.

Para que su leyenda siga viva y no olvidar su inmenso legado, Loriga cuenta con una sala dedicada a su figura en el Pazo de Liñares, donde nació en 1885. Un espacio con material histórico de aviador y de su gesta a Manila.