Las manos casi santas de Mari Carmen

Rocío García Martínez
rocío garcía A ESTRADA / LA VOZ

A ESTRADA

miguel souto

A su consulta de reflexología peregrinan cientos de pacientes que engrosan una lista de espera de tres meses

27 feb 2018 . Actualizado a las 05:00 h.

Messi aseguró sus piernas. Fernando Alonso sus pulgares Y Tom Jones los pelos del pecho. La estradense Mari Carmen Matalobos debería asegurar sus manos. Ella se toma a broma la sugerencia, pero la lista de espera de su consulta deja claro que las suyas no son unas manos cualesquiera. Tres meses para conseguir cita para una sesión de reflexología. «Esto xa parece o Sergas», bromea un paciente.

Quien se lo iba a decir a Mari Carmen cuando hace 23 años abrió su consulta en A Estrada. Cuando empezó, la reflexología era una cosa rara. «Muchos creían que yo era una meiga, una curandera», recuerda. No necesitó discutir con nadie. Masaje a masaje fue ganando fama y el boca a boca hizo el resto.

Las dos responsables de la orientación laboral de Mari carmen son su abuela Carmen Muras y una pediatra de Andorra.

Mari Carmen vivió de niña en Frende (Vinseiro), donde su abuela materna cultivaba con pasión plantas medicinales. «Tenía plantas y remedios para todos», cuenta la nieta. Ella, y Josefina do Crego, otra vecina que también confiaba en el poder terapéutico de la naturaleza. «Yo padecía mucho de la garganta y mi abuela siempre me preparaba emplastes de harinas o agua de salvia para hacer gárgaras», recuerda.

De su abuela heredó Mari Carmen el interés por lo natural y la vocación de ayuda a terceros. «Eso siempre me gustó. Yo estudié en la escuela unitaria de Vinseiro y, cuando algún niño se caía, yo era siempre la que le hacía las curas», comenta.

La pediatra de su hijo le dio el empujón definitivo hacia el oficio. Al terminar el bachillerato, Mari Carmen se fue a buscarse la vida a Andorra y encontró trabajo en una perfumería. Un día que llevó a su bebé a la pediatra, la doctora curó al niño y le dio el consejo de su vida. En la consulta estaban comentando el caso de un niño al que habían dejado de funcionarle los riñones pero se estaba recuperando gracias a la reflexología.

A Mari Carmen le fascinó aquel episodio. Tanto, que la pediatra le sugirió formarse en Barcelona en aquella especialidad emergente. Hasta le dio contactos y direcciones. Dicho y hecho. Estudió todas las especialidades de reflexología y, cuando estuvo preparada, abrió consulta en Andorra. Ella que nunca le tuvo miedo al trabajo compaginó la maternidad, la perfumería y la reflexología. Sacándole horas al sueño. «Esta vida de loca que llevo ahora ya viene de hace años», dice en referencia a sus apretados horarios para compaginar una consulta a rebosar con la formación continua, la docencia y algunos nuevos proyectos.

Cuando su bebé cumplió 12 años, Mari Carmen dio por cerrada su etapa andorrana y regresó a A Estrada a empezar de cero. «Me costó mucho decidirme, pero sabía que era entonces o nunca porque si esperaba más mi hijo ya no querría venir. Aún así le costó...», cuenta.

Así que vuelta a empezar, a ejercer de profeta en su tierra. «En algunos países nórdicos se aplica en hospitales pero aquí, pese a llevar más de 6.000 años dando resultados se considera una pseudociencia. Somos un gremio que no medica. Eso no conviene», cuenta. «Es una medicina complementaria, no una alternativa de nada. Más bien el complemento de todo», comenta.

Reequilibrando el cuerpo

Explicar en corto en qué consiste la reflexología no es fácil. «Un masajista convencional te hace el masaje en el punto en el que te duele. Pero a lo mejor la causa de ese dolor está en otro lado. El estómago, por ejemplo, es un órgano que controla los músculos del cuello. Y si el mal viene de ahí no se resolverá por mucho que masajeemos el cuello. La reflexología escucha el síntoma y busca donde puede estar la causa», explica certera. «El cuerpo es una cadena, una máquina perfecta, pero a veces nos desequilibramos. La reflexología intenta equilibrarnos», añade.

Mari Carmen apuesta por el apoyo mutuo entre la medicina convencional y la reflexología. «Yo nunca digo a nadie que no vaya al médico. Dios nos libre que no existiese la penicilina. Lo que pido es respeto para lo nuestro», dice. El de los pacientes que han visto mejorar sus migrañas o desaparecer los llantos de un bebé en pleno cólico ya lo tiene. «No somos la Virgen de Lourdes, pero los resultados están ahí», defiende con orgullo. Sus manos mortales son casi de santa.