Pero no solo la plantilla y el suministro han cambiado con los tiempos. Al principio la recogida de la leche se hacía en burro o a caballo, lloviese o hiciese sol. Después llegó el camión de bidones y solo al final los tanques de frío. En origen había también catadores de leche, se fabricaban fermentos naturales y el suero, en lugar de ir a la depuradora, se usaba como bebida para los cerdos o se aprovechaba para extraer la caseína, un subproducto que se vendía en Barcelona, donde lo empleaban para la fabricación de botones.
Pese a la modernización, El labrador estradense sigue siendo hoy una empresa familiar -los socios son los hermanos Daniel, Manuel, Marisol y Jorge Torres Lea-. Comercializa cinco tipos de quesos y acumula tres premios por su labor empresarial y sus quesos de tetilla. El relevo generacional no está garantizado, pero el administrador, Daniel Torres, espera encontrar alguna fórmula para que la empresa cumpla al menos un siglo de vida.