Los cuentos para leer tocando de Eva

Rocío García Martínez
rocío garcía A ESTRADA / LA VOZ

DEZA

cedida

La estradense idea y fabrica libros en 3D que edita la ONCE alemana para promover la lectura infantil inclusiva

12 ene 2020 . Actualizado a las 08:20 h.

Se llama Eva Cambeiro Andrade, es estradense y se ha convertido en Alemania en pionera en el diseño y la fabricación a mano de cuentos para niños ciegos o con deficiencia visual. Para invidentes, no hay nada escrito, prácticamente.

Eva estudió Publicidad y Relaciones Públicas en Pontevedra y después se fue a la Universidad de Granada a hacer un Experto Universitario en Audiodescripción para personas ciegas y Subtitulación para personas sordas. Empezó a especializarse en accesibilidad y discapacidad visual. Trabajó un año en proyectos de investigación en la Universidad granadina, pero el cuerpo le pedía más inmersión social, así que se las apañó para entrar en un programa de voluntariado europeo. A través de la asociación cultural Las niñas del tul se fue de voluntaria a una escuela de la Selva Negra a trabajar con niños con discapacidad visual. Se empapó de conocimiento y, de regreso a Granada, el colectivo que la envió le propuso gestionar en la ciudad un programa parecido.

En Alemania reclutaban voluntarios europeos para trabajar con niños con discapacidad visual. En la ciudad andaluza, le dieron una vuelta. Eva empezó a coordinar un proyecto en el que eran las personas ciegas o con deficiencia visual las que llegaban del extranjero para colaborar como voluntarias en oenegés de Granada. «Granada acoge fue un proyecto de inclusión muy bonito en el que los voluntarios tenían mucho que aportar», cuenta Eva. Tras un par de años coordinando esta iniciativa le surgió la oportunidad de irse a Berlín a trabajar en la Federación Alemana de Personas Ciegas y con Deficiencia Visual (DBSV), el equivalente a la ONCE española. «Me iba para diez meses y ya llevo allá siete años», explica la estradense.

En su etapa inicial, Eva trabajó en el diseño de cursos de voluntariado con discapacitados, seminarios o actividades de tiempo libre. Pero también se inició en un novedoso proyecto de fabricación de cuentos infantiles para niños ciegos o con deficiencia visual que fue un éxito, así que la Federación la animó a quedarse trabajando en ese campo en el que tanto había por hacer.

Páginas llenas de braille

«Para niños con deficiencia visual no hay apenas cuentos para las etapas de Infantil y primeros años de Primaria. Lo que hay son cuentos sin dibujos. Páginas llenas de braille. Como mucho algunos libros con imágenes en relieve de plástico en diferentes alturas», comenta Eva. «Lo que hacemos nosotros es diseñar y confeccionar a mano cuentos con todo tipo de materiales y más interactivos, por ejemplo con figuras fijadas con velcro o con imanes que se pueden poner y sacar. Es una especie de mezcla entre juego y cuento. Hay muy poco y cada título que sacamos se agota», explica la estradense.

El año pasado, la DBSV aprobó un proyecto a tres años -que está a mitad de gestación- para crear seis cuentos nuevos con doscientas copias cada uno y organizar actividades con las familias. La idea es fomentar la lectura y dar ideas sobre cómo utilizar los cuentos para enseñar a comprender el mundo a los niños que no lo ven. Se hicieron incluso talleres en Túnez y Abu Dhabi y se trabajó además con voluntariado empresarial. «Confeccionar cada ejemplar a mano es un trabajo inmenso. Cuando las empresas les dan horas libres a sus trabajadores para participar en este proyecto de voluntariado suelen venir muy contentos e implicarse mucho. Al mismo tiempo, es una excelente campaña de sensibilización para dar a conocer este tema», dice Eva.

Un libro de detectives con un guiño intimista

Eva diseña y fabrica los cuentos con la ayuda de un compañero ciego, responsable de Servicios Sociales de la ONCE alemana. A veces las historias son ideadas a medias, sugeridas por padres o clásicos. Uno de los títulos con mejor acogida ha sido «¿Quién ha secuestrado a Bartolitus?», una historia de detectives creada por Eva con un guiño a su infancia. «Bartolitus era un muñeco que tenía cuando era pequeña», cuenta. Su historia y su defensa del proyecto fueron premiados en un concurso nacional de la asociación Awesome Foundation. El premio sirvió para comprar una impresora 3D y seguir trabajando.