De traductora de latín a granjera eco

Rocío García Martínez
rocío garcía A ESTRADA / LA VOZ

DEZA

Una estradense crea la marca Rebulidoiro para poder criar una familia numerosa y consumir y ofertar lo mejor del Val do Vea

05 oct 2019 . Actualizado a las 11:29 h.

La historia de Lucía Gómez y Manuel Rey es una historia de valientes que, cansados de intentar conciliar y de ver crecer a sus hijas de lejos, tomaron las riendas de sus vidas y regresaron a los orígenes. A la crianza en el rural rodeados de calabazas, lechugas y pimientos. Lucía y Manuel tienen tres hijas pequeñas y un bebé que viene en camino. Tal y como está el panorama, su mera elección vital merecería un premio a la repoblación rural.

Con la casa llena de vida, el trabajo por cuenta ajena, por muy bien que se lleve, siempre es difícil de encajar. Así que Lucía y Manuel decidieron tirarse de cabeza al negocio de la agricultura ecológica.

Lucía es traductora especializada en latín y griego, aunque también traduce textos de gallego a español o de cualquiera de los anteriores al inglés. Trabaja para editoriales, para la Universidad o para particulares, aunque más raramente. Manuel, por su parte, ha trabajado en el sector de la electrónica y en negocios de logística y actualmente está de baja. Una pausa durante la que se está planteando si dejar otros sectores y centrarse únicamente en la granja ecológica que regentan e Torrevedra, en Santa Cristina de Vea, en un fértil valle donde las cosechas prosperan y el negocio empieza a rodar.

Lucía, por el momento, seguirá compaginando su trabajo como traductora -con horarios más flexibles- con el de agricultora ecológica. «Vaime ben así, explica. Dedico unhas horas a traducir e outras á plantación. Compaxino. Cun traballo desestrésome do outro», comenta. Ahora mismo, mientras cosecha las primeras calabazas de la temporada, traduce la obra de Lucrecio Sobre la naturaleza. Curioso tándem laboral.

El germen: la huerta doméstica

La aventura de Lucía y Manuel empezó hace seis años con una huerta doméstica con certificación del Consello Regulador da Agricultura Ecolóxica de Galicia (Craega). Era para consumo propio y para compartir a pequeña escala con vecinos y conocidos. Lechugas, patatas y maíz crecían con brío, así que la pareja decidió meterse en berenjenales mayores.

Los dos venían de familia labrega. Los conocimientos básicos los tenían de serie. «Eso traiámolo de nacemento», dice Lucía. Mamados desde la infancia. No obstante, para estar al día, la pareja sigue formándose en cursos de control de plagas con sistemas ecológicos o de gestión del agua.

Una plantación de chumberas que cada día tiene más adeptos

Aprovechando fincas familiares que estaban abandonadas la familia fue ampliando la producción hasta los 4.000 metros cuadrados. Cuenta además con otra parcela para ensanchar el proyecto de cultivo en 1.000 metros cuadrados más. Hoy por hoy, producen un poco de todo bajo la marca Rebulidoiro. Calabazas, plantas aromáticas, maíz, patatas, acelgas, lechugas, tomates, rábanos, pimientos y hasta higos chumbos con certificación ecológica. «Danse ben e empezan a ter boa aceptación no mercado», explica Lucía. Su capacidad antiinflamatoria y su alto contenido en antioxidantes los están poniendo de moda.

Huevos camperos

La familia produce además fruta -manzana, cereza o claudia- y cuenta con 1.000 metros destinados a la cría de gallinas camperas. Esta actividad estará también certificada ecológicamente, aunque de momento toca afrontar cambios en la instalación para poder entrar en el registro.

En Rebulidoiro no se pierde nada. Con los excedentes se elaboran mermeladas de claudia, de manzana o de calabaza y pera.

Cestas a domicilio

La comercialización también es cosa suya. Por el momento se hace por dos vías: con un puesto en el Mercado de Alimento Labrego de Teo, en Os Tilos, y con el boca a boca. La firma trabaja mucho con el reparto de cestas de productos variados de temporada a domicilio en las zonas de A Estrada, Santiago y Teo. El cliente pide por teléfono, por correo electrónico o a través de las redes sociales y recoge en su propia casa el producto recién cosechado en el Val de Vea.

«Polo momento, para vivir solo disto é complicado, pero empeza a dar algo. Costa valorar o produto, pero xa empeza a haber quen demanda o ecolóxico», cuenta Lucía esperanzada.

Además, la familia ya ha conseguido lo más importante: poder criar a sus hijos en vivo y en directo.