Lalín se fue de matanza a Moneixas

Rocío Perez Ramos
Rocío Ramos LALÍN / LA VOZ

DEZA

miguel souto

Los vecinos de la parroquia se encargaron de la recreación de esta tradicional fiesta en la antigua rectoral

22 ene 2018 . Actualizado a las 05:00 h.

En Lalín la matanza es más que un ritual, una fiesta que crea vínculos y que hace arrimar el hombro cada año a todo hijo de vecino. Desde hace diecinueve años la recreación de la matanza do porco al más puro estilo tradicional tiene lugar en una parroquias y este año le tocó a Moneixas. Como decían ayer los organizadores «non quedou nin veciño un sen enrrolar». Y es que el que más y el que menos aportó tiempo y trabajo con grandes dosis de entusiasmo común. Unas cincuenta personas vestidas como antaño bajo a batuta de la asociación de vecinos y del edil de Turismo, Francisco Vilariño que para algo tiene casa en Moneixas; la alcaldesa de barrio Beatriz Fernández y Horacio Taboada de Os Dezas, se encargaron de que todo estuviese a punto.

El escenario fue la antigua rectoral cedida al punto por el párroco don Elías y que los vecinos prepararon con ahínco para devolverla a la vida tras años sin actividad. La antigua cocina se vistió con antiguas partituras de Os Dezas de Moneixas, uno de los grupos de gaiteiros con más solera en la zona. Precisamente contaba ayer Rafael Iglesias que «Castelao lles tiña moito reconocemento a eles e a súa música» explicando que «nos anos 30, ata o 36, claro, nos mítines que daba polo Deza facíase acompañar por eles, foron daquelas os teloneiros de Castelao».

Los trajes realizados para la asociación por Teresa Taboada, el estandarte, recortes y viejas fotografías de las dos etapas de la historia de Os Dezas, de los de antes y de los de ahora, formaron parte de esta exposición.

Aunque las previsiones del tiempo anunciaban lluvia intensa, al final el día aguantó y la fiesta se desarrolló a buena temperatura, que libró la matanza del frío habitual en estas fechas y también, por fortuna, del agua.

Luis Carral se encargó de matar al cerdo y Manolito Pachín de dirigir las maniobras de chamuscado, apertura del cerdo, despiece y demás. Otro Manolo, en este caso, Novoa, hizo las delicias de los presentes elaborando filloas a la piedra en los jardines de la rectoral que aún dejan vislumbrar su elegancia de antaño.

Quince familias trabajaron con ahínco para elaborar postres para aplacar a un regimiento. Antes de ser servidos, el centro parroquial lucía lleno de orejas, flores, rosquillas, filloas y bizcochos. Al lado de la carpa donde tuvo lugar la comida las brasas estaban ya preparadas a media mañana para asar cien kilos de chorizos y otros tantos de panceta, a los que se sumarían cantidades ingentes de empanadas, lacón asado, pan, vino y refrescos.

La fiesta contó con la asistencia de numerosos vecinos y prácticamente la corporación al completo. En cuestión de vestimentas el alcalde, Rafael Cuíña, optó por la boina, lo mismo que Vilariño, que la acompañó con un atuendo de época en toda regla, chaleco de brocado incluido. Los acordeonistas de Cruces, Os Dezas y Eduardo Meijomence animaron los actos de una jornada seguida por un mar de cámaras.