Barreras infranqueables

DEZA

La mayoría de edificios públicos están vetados a las personas con discapacidad pese a la Ley de Accesibilidad del año 1997

03 feb 2008 . Actualizado a las 02:00 h.

Si los políticos se decidiesen a cumplir las leyes que ellos mismos aprueban, no pocos aspectos de la sociedad experimentarían un cambio positivo. Pero en este país, existe una extendida tendencia a legislar mucho, y cumplir poco: y en esta laxitud las propias administraciones públicas juegan, en demasiadas ocasiones, un papel preponderante. De este modo, si la Lei 8/1997 de Accesibilidade e supresión de barreiras en Galicia traspasase las páginas del DOG para convertirse en realidad, las personas con discapacidad física encontrarían muchas menos trabas en su vida diaria.

Transcurridos más de diez años de la publicación de la ley, son numerosos los edificios inaccesibles a personas que utilicen, por ejemplo, una silla de ruedas. Y ello, pese a señalar que las administraciones públicas gallegas debían elaborar planes de adaptación y supresión de barreras en un plazo de dos años desde la entrada en vigor de la ley, «e o prazo para a súa realización non superará os dez anos». Para ello, se instaba a establecer «anualmente unha porcentaxe das súas partidas presupostarias de investimento para a supresión das barreiras existentes nos edificios de uso público da súa titularidade».

Este es el texto de la ley; el espíritu -la eliminación de barreras- es claro. Tanto, como la realidad que se vive en 2008. En el consistorio de Silleda acaba de ponerse a funcionar un ascensor que permitirá a los discapacitados acceder a la planta superior: llevaba tres años parado.

Es una situación difícil de explicar; las hay peores: el museo Ramón Aller de Lalín fue reformado en 2005; en el proyecto se dejó sitio para un ascensor que permitiese a los discapacitados acceder a la primera planta. Se habló de carencias presupuestarias para no instalar un elemento que permitiría cumplir la Lei 8/1997. Tres años después, la única realidad es el hueco: el ascensor, ni está ni se le espera.

El otro museo municipal de Lalín, del Títere, tampoco puede ser visitado por personas en silla de ruedas: las estrechas escaleras imposibilitan cualquier opción. En el caso del Auditorio Municipal las escaleras de la entrada principal fueron durante años un escollo insalvable. En este caso, la ampliación realizada con el Salón Teatro permitió ganar una rampa de acceso que, al estar los edificios comunicados, permite entrar.

La situación no es, ni mucho menos, exclusiva de Lalín. Ni privativa de la administración local. Van dos ejemplos, uno por cada ala de San Caetano: la Oficina Comarcal da Xunta tiene escalón de entrada, sin rampa; y en la Casa da Xuventude no hay acceso a la segunda planta. La progresiva desaparición de barreras es real, pero con un ritmo exasperadamente lento.