Los años 2017 y 2018 los cerró con dos victorias; y en el 2019 elevó a tres su números de triunfos en un mismo curso; relación que se redujo de nuevo a dos el año pasado.
Esta temporada, en la que compartió garajes con el mexicano Sergio Pérez (retirado al final de la carrera este domingo), fue la de su eclosión definitiva. Con el de Abu Dabi elevó a diez los triunfos de este año. Exactamente la mitad de los que cuenta desde que corre en la fórmula 1.
Esta noche, Maximiliano I de los Países Bajos se acostará, por primera vez, como campeón mundial de la categoría reina. No sin haberle puesto emoción máxima a la resolución del título. Hamilton había ganado las dos últimas carreras, en Sao Paulo (Brasil) y Catar; y, a ocho puntos del líder de Red Bull, salió el pasado domingo en Yeda desde una pole que este le había regalado, con un error innecesario, cuando volaba, batiendo todos los parciales, en su último intento.
Arabia, donde se tuvo que conformar con el segundo puesto, por detrás de Hamilton -que firmó la vuelta rápida y de esa manera empató el Mundial-, marcó el enésimo desencuentro entre los dos campeones.
Habían chocado en Silverstone -donde el inglés ganó tras sacarlo de pista y mandarlo al hospital, por lo que recibió una sanción de diez segundos, la misma que se le ejecutó a Max en Yeda por frenar demasiado fuerte cuando debía ceder posición- y en Monza, donde se culpó del incidente al neerlandés y ambos quedaron fuera de carrera. Y en Sao Paulo también habían saltado chispas por la defensa exacerbada de su puesto que hizo el nuevo héroe de los Países Bajos antes de ser rebasado por el astro inglés.
'Mad Max', sometido a todo tipo de conjeturas antes de la última prueba, demostró no solo enorme talento, sino gran fuerza mental. Hamilton fue segundo y Mercedes se tuvo que conformar con el título de constructores, el octavo seguido. La fórmula 1 ya tiene nuevo rey.