El atletismo conserva cierta atmósfera

Paulo Alonso Lois
Paulo Alonso TOKIO2020

DEPORTES

FABRIZIO BENSCH

02 ago 2021 . Actualizado a las 05:00 h.

El estadio olímpico de Tokio, con los asientos de colores, trata de dar el pego, pese a la ausencia de público durante los Juegos Olímpicos. Por la megafonía se mantiene el ritmo habitual: música más que discutible y comentarios y presentaciones que —se puede decir— se vuelven tediosas. Por las gradas de la recta de meta se despliegan cientos de periodistas, y en las filas más próximas a la pista se producen unas peleas por conseguir un sitio que no se registran en otros estadios. En ese lugar bastante apelotonado, aunque al aire libre, son unos cuantos los periodistas británicos que se pasean sin cubrebocas, quizá confundidos todavía por el espectáculo de la Eurocopa. Incluso cuando los avergonzados voluntarios les insisten en la obligatoriedad de llevar mascarilla, algunos la colocan como de mala gana, con la nariz al descubierto, hasta que se vuelve a caer.

Por si fuera poco, alguien se creyó que vacunado es sinónimo de salvado. Haber recibido la pauta completa del suero será en España requisito para ciertas cosas. Una forma de incentivar, de verdad, el paso por el pinchazo. En esa recta de meta se escucha cómo el velocista japonés que sorprende en la semifinal de los 100, grita al mundo su saludo de presentación. Cuando el programa da paso a las vallas, un cochecito con remolque ayuda a que la colocación sea lo más ágil posible. Y así avanza la tarde que debería encumbrar al sustituto de Bolt. Como si eso fuera posible, por muchas carreras seguidas que alguien pueda ganar.

Enfrente, en cuanto salen las elegidas para la final de triple salto, se despliegan también por las gradas los atletas que ya están casi de retirada —como Belén Toimil, que viaja este lunes—. Y entonces emergen las figuras de dos atletas gallegos que no piden permiso para comerse el mundo. Y se lo comen.