Todo un país se unió entonces en un grito. Maradona, en su festejo, giró en dos ocasiones para ver si el árbitro, un tunecino, Ali Bennaceur, rodeado por ingleses, arruinaba ese momento. Y se salió con la suya. Y con la de todo un pueblo que veía en ese acto ilegal una venganza por aquella guerra inútil a la que muchos jóvenes se vieron arrastrados por una Junta Militar en descomposición. Porque ese gol, que hoy el VAR hubiese invalidado, quizás se gritó más que el posterior, el de la 'apilada', el del siglo, el que inmortalizó en su relato Víctor Hugo Morales. Por todo lo que significó, por lo que unificó, porque solo Maradona podría haberlo firmado. Porque, años después, el propio Pelusa diría que ese tanto fue «como robarle la billetera a los ingleses». Hoy, un país de luto y huérfano de su hijo más pícaro llora su partida y reivindica, más que nunca, ese gol.