Una España sin identidad ni alma

DEPORTES

ALESSANDRO DELLA VALLE | efe

Solo Morata se salvó en un equipo que ni dominó con el balón ni sorprendió a la contra

15 nov 2020 . Actualizado a las 11:52 h.

La época de vino y rosas terminó hace tiempo para España. Ocurrió a cuentagotas, con el adiós de iconos como Iniesta, Xavi, Villa, Torres, Casillas o Puyol. Con su retirada, aquel equipo que los rivales temían perdió un guion que todos, tanto futbolistas como aficionados, sabían y gustaban de interpretar. Contra Suiza, España volvió a ser un equipo sin identidad, sin alma, sin un plan a seguir. Tanto le cuesta dominar los partidos con la posesión del balón como hacerse fuerte en defensa. El contragolpe tampoco parece una de sus virtudes y no anda sobrada de pegada. ¿A qué juega la selección? ¿A qué quiere jugar?

Aunque Luis Enrique alistó un equipo con tres centrocampistas de buen pie como Busquets, Fabián y Merino, el pase más repetido fue cara atrás y el principal destinatario del cuero, un Sergio Ramos que, tras 25 penaltis marcados de manera consecutiva, se estrelló contra Sommer. Sin la carta del capitán, España fue un juguete roto ante un rival menor que apenas amenazó la portería de Unai Simón. Aunque tampoco le hizo falta.

Solo la entrada de Morata dio otro aire al equipo. El madrileño fue el mejor de los suyos. Provocó un penalti y bajó un balón exquisito para Reguilón, que asistió a Gerard Moreno para el 1-1. Pero poco más. La mejor España llegó a contrarreloj, con el partido cuesta arriba y con Suiza ya con uno menos sobre el campo tras la expulsión de Elvedi. A partir de ahí sí creó peligro. Pero es difícil creer que ese fútbol a trompicones y de más corazón que cabeza pueda llegar a dar réditos en el futuro en forma de títulos.

¿Correr?

Porque la otra apuesta de Luis Enrique tampoco termina de cuajar. Esa que se focaliza en un Adam Traoré que marque las diferencias. Se olvida el seleccionador que el extremo del Wolverhampton no es el Lionel Messi que lo llevó a ganar el triplete con el Barcelona. Aunque con un potencial y un vigor físico que no deja dudas, al de Hospitalet por el momento le falta la brillantez y el talento para decidir partidos con un chispazo.

Sin la seña de la posesión del balón como camino para crear peligro, y sin la posibilidad de romper el esquema de los rivales a base de transiciones para buscar el terreno abierto, a España solo le quedó atarse a los zapatazos y colgar balones al área. Sin alma, sin un plan fijo, esperando que alguien solucione la papeleta. Contra Suiza no fue suficiente. Morata no bastó. Ramos no llegó. España ha perdido su alma. La época de vino y rosas ya es cosa de los libros de historia.