El espejo de Rafa para Garbiñe y saber rectificar a tiempo

Fernando Rey Tapias LA PIZARRA

DEPORTES

DAVE HUNT

30 ene 2020 . Actualizado a las 21:27 h.

Llegar a la élite requiere para un deportista talento, esfuerzo, y un buen entorno que favorezca el desarrollo a pleno rendimiento de todas sus cualidades. Eso lo tuvo Garbiñe Muguruza, una jugadora dotada de unas extraordinarias condiciones, desarrolladas primero en la escuela de Lluís Bruguera, y posteriormente por el técnico vasco Alejo Mancisidor, con el que alcanzó a los 22 años la final de Wimbledon 2015.

La condición de figura requiere reforzar ese entorno, para controlar y descargar al jugador de las nuevas obligaciones que debe cumplir con ese nuevo estatus: entrevistas, actos publicitarios, etcétera. Rafa Nadal es un perfecto ejemplo de ello. Su entorno permanece tan inalterable como los personajes de la serie Cuéntame cómo pasó. Él es el que juega, pero Carlos Costa se ocupa de las gestiones comerciales; Barbadillo de las relaciones con los medios; Maymó, fisioterapeuta, amigo, confidente, y preparador físico de lo que diseña Forcadés desde Mallorca; el doctor Cotorro, de todo su salud; Tuts, de la relación con Nike; su padre, el que maneja y supervisa todo en la sombra; y el resto de la familia, madre, hermana y tíos, arropan.

Pero no olvidemos lo más importante: Toni ejerció de entrenador con pleno mando, con Francis Roig colaborando; y, cuando se consideró conveniente, se consensuó el relevo técnico con Carlos Moyá, su ídolo primero, rival y amigo después, y conocedor a fondo de su trayectoria, como responsable para aportar los pequeños detalles que necesitan los campeones para seguir mejorando.

Rafa, cada vez que va a un torneo, se siente como en casa, puede dedicar todo el tiempo necesario para prepararse a fondo, y tiene a su alrededor, un ambiente fiel de amigos y familiares que le protegen, y le permiten optimizar sus excepcionales condiciones.

El caso de Garbiñe es justo lo contrario. Después de la final de Wimbledon 2015 cambió sorprendentemente de entrenador. En principio la relación con el nuevo (Sam Sumik) tuvo buenos resultados, con la victoria de Roland Garros 2016, pero las diferencias no tardaron en aparecer, incluso en televisión, apreciándose una total falta de respeto entre ambos. En la victoria de Wimbledon 2017, la presencia de Conchita Martínez, ausente Sumik por motivos familiares, proporcionó a Garbiñe, además de la experiencia de una ganadora del torneo, un ambiente distendido, con una persona que vivió el tenis de élite durante muchos años.

Sorprendentemente, cuando todos esperábamos una continuidad, la relación entre ambas finalizó, y Garbiñe continuó exclusivamente con el excéntrico técnico galo, y la trayectoria fue de mal en peor. Además de la extraña relación con su entrenador, Muguruza se dedicó más a la asistencia de actos sociales y entrevistas, que a su preparación, y su ránking cayó, llegando a estar 100 días sin conseguir una sola victoria.

En Wimbledon 2019 anunció su ruptura con Sumik. Del primer puesto de octubre del 2018 bajó al 35. De una de las principales candidatas a comandar el ránking mundial, a no figurar ni de cabeza de serie.

Afortunadamente, el pasado noviembre tomó la decisión de llamar nuevamente a Conchita Martínez, dispuesta a dar un giro a su vida tenística. Contrataron un nuevo preparador físico y comenzaron la tarea de volver a la élite.

El comienzo en Melbourne no fue el deseado. Debilitada por un virus adquirido la semana anterior, perdió 6-0 el primer set de la primera ronda ante una jugadora proveniente de la previa. Pero se recuperó y ganó 6-1 y 6-0 los dos siguientes, demostrando carácter y superación ante la adversidad. A partir de entonces, cinco victorias consecutivas, eliminando con autoridad a jugadoras de la talla de Svitolina, Bertens y Halep para plantarse nuevamente en la final de un grande, y demostrar a todas sus rivales que Garbiñe, con todo su enorme potencial, está de vuelta.