¿Cómo se certifica un «ochomil»?

Javier Armesto Andrés
javier armesto REDACCIÓN / LA VOZ

DEPORTES

CEDIDA

Himalayan Database tiene el registro más completo de ascensiones, pero solo a título informativo y el relato de los escaladores es lo que más cuenta

12 jun 2017 . Actualizado a las 09:34 h.

Kilian Jornet y Ferrán Latorre. Un corredor de ultra trails y un alpinista. Los dos españoles y nacidos en la provincia de Barcelona, aunque el primero es 17 años más joven. Ambos coronaron el Everest en la última semana de mayo, Jornet en solitario y en 26 horas, dentro de su especialidad de speed climbing; y Latorre al estilo tradicional, con varios campamentos de altura y acompañado por el sherpa Dawa Sange, el francés Yannick Graziani -ambos se dieron la vuelta a 8.500 metros- y el austríaco Hanz Wenzl.

Hay más diferencias. Ferrán Latorre publicó inmediatamente una fotografía y un vídeo en los que aparece en la cima junto al mítico trípode chino. Su ascensión se pudo seguir en tiempo real en la web Emotional Pulse (desarrollada por la empresa de soluciones digitales Seidor), incluyendo un mapa con el track GPS y todo tipo de datos, desde altitud, temperatura o presión al ritmo cardíaco del alpinista, que reconoció haber usado oxígeno. Exactamente una botella y tres cuartos de otra, a un litro por minuto (el nivel más bajo en una escala de 1 a 4).

Estos datos forman parte de una relato pormenorizado que Latorre hizo pocos días después a Billi Bierling en una cafetería de Katmandú. Bierling (Garsmich, Alemania, 1967) es desde el 2004 uno de los asistentes de Elizabeth Hawley, la cronista oficial del Himalaya, retirada a sus 93 años pero que es informada puntualmente de todas las actividades en la cordillera -«su cuerpo está un poco débil, pero su cabeza funciona muy bien», señala su ayudante-.

La información recabada en las entrevistas con los montañeros, ya sea en persona o vía Skype (como hizo con Kilian Jornet), sirve para engrosar los archivos de la Himalayan Database, el registro más completo que existe de las ascensiones a los ochomiles. Pero Bierling y su equipo rechazan el papel de notarios del techo del mundo. «Nosotros no certificamos ninguna subida. Somos una base de datos e informamos, y básicamente construimos nuestro trabajo sobre la confianza y los relatos de los escaladores». Su trabajo es un servicio inestimable para otros alpinistas que quieren estar al tanto sobre rutas o sobre expediciones anteriores.

Sin embargo, si en la Himalayan creen que hay algo sospechoso en alguna ascensión, «empezamos a escarbar y a hablar con otras personas». Si la evidencia contra una cima es lo suficientemente fuerte, en la base de datos se añade un «Disputed» (cuestionada) a esa ascensión. Este fue el caso de la alpinista coreana Oh Eun-sun en su pugna con la española Edurne Pasabán por ser la primera mujer en escalar las 14 montañas más altas del planeta, carrera que perdió al no poder demostrar la cumbre del Kangchenjunga en mayo del 2009.

Photoshop

Bierling explica que las imágenes ya no son cien por cien fiables. «La gente es muy buena usando el Photoshop», señala, y recuerda el caso de la pareja de policías indios que fue descubierta tras haber trucado una imagen. Dejar un objeto para que sea encontrado por la siguiente expedición tampoco es infalible, ya que se lo puede llevar el viento o quedar enterrado en la nieve. «La palabra de los alpinistas es lo que más cuenta. Pero la mejor manera de demostrar que se ha logrado una escalada es una buena descripción del día de la cumbre, de la ruta misma o de otras personas en la montaña», afirma la periodista alemana, que conoce bien el medio: coronó el Everest en el 2009.

Tampoco el GPS es una prueba definitiva. Cuando Alex Txikon, Ali Sadpara y Simone Moro lograron el primer ascenso invernal del Nanga Parbat, el año pasado, su dispositivo no registró la cima real exacta en el mapa, sino cerca de ella. Sin embargo, después pudieron confirmarlo con imágenes de la cumbre.

Sobre la polémica que ha rodeado la doble ascensión de Kilian Jornet al Everest, Bierling es clara: «Lo he comprobado con otras personas que estuvieron en la montaña y ninguna tiene dudas. No hemos exigido ninguna imagen porque todavía confiamos en su palabra. Pero si hay fuertes pruebas en contra, haremos más investigaciones».

El cuestionario: «¿Has bajado en esquís o en parapente?»

Himalayan Database no puede entrevistar a todas las expediciones que vuelven de un ochomil -solo este año las autoridades nepalíes expidieron 365 permisos para escalar el Everest-, por lo que entrega un exhaustivo cuestionario para rellenar. En él se pregunta absolutamente todo: nombre, nacionalidad, en qué temporada subió, por qué ruta, número total de sherpas, agencia de trekking, nombre del líder de la expedición, ruta hasta el campo base, altitud y fecha de llegada (lo mismo para el campo base avanzado), cuándo pasó la primera noche en cada uno de los campos de altura, datos GPS en el caso de haber abierto nuevas rutas o vías de escalada, día y hora de la cumbre, personas que llegaron, una pequeña descripción de la subida (condiciones, clima...), tiempo pasado en la cima, tiempo de descenso, accidentes o heridos, uso de cuerdas fijas y cuántos metros y secciones, uso de oxígeno y desde qué altura y cuándo dejó de usarlo, si descendió en esquí, snowboard o parapente, si es discapacitado, regreso a Katmandú y hotel de alojamiento.

Subir al techo del mundo exige llegar a 8.848 metros, pero es distinto por la vertiente norte que por la sur, donde se requieren habilidades técnicas para ir más allá del campo base (5.350 metros). En ambos casos cuesta un mínimo de 30.000 euros por persona.