El vigués Alberto Abalde forma parte de una familia de básquet en la que sienten orgullo «los unos de los otros»
05 jun 2017 . Actualizado a las 08:18 h.Jugó su último partido con el Joventut hace casi un mes, pero coge el teléfono en Badalona. «Es que tengo aquí a mi preparador físico», explica Alberto Abalde, de 21 años. El Valencia Basket lo fichó el verano pasado, pero con el acuerdo de estar una temporada cedido en su club de formación. El vigués creció con la camiseta verdinegra puesta y se acabó convirtiendo en una perla más de la cantera de la Penya.
-¿Cómo fue la temporada?
-Bien. Bueno, fue una temporada difícil para el equipo porque sufrimos. Hubo unos cuantos partidos que perdimos en la prórroga y nos penalizaron mucho. Podíamos haber estado en una posición más cómoda, pero tocó sufrir y al final nos salvamos.
-En su caso, dio un pasito más.
-Sí, estoy contento con mi progresión durante el año. Era un año distinto para mí, con mucha más responsabilidad y protagonismo dentro del equipo. El principio de la temporada no supe gestionarlo bien, porque me autopresioné demasiado y no me salían las cosas. Quizás las ganas de hacerlo muy bien me pasaron factura. Pero después, con mucho trabajo y ayuda de mis compañeros y de mi entrenador, acabé rindiendo mucho más.
-¿Este año toca selección?
-Todavía no tengo noticias. Me encantaría, por supuesto, por la experiencia que viví en las dos últimas concentraciones. Así que si llega la llamada, iré con mucha ilusión y con muchas ganas.
-Mientras se queda en Badalona.
-Aquí me siento como en casa, porque es donde he crecido. Este año fue el sitio perfecto para desarrollarme un poco más.
-¿Entonces es más de Badalona que de Vigo?
-No, no [se ríe]. Soy de Vigo, soy gallego, pero esta es mi segunda casa. Forma y formará parte de mi vida, porque he pasado ocho años muy importantes aquí, y es donde he madurado.
-Le tocó madurar pronto...
-Hay que tener en cuenta que me vine a Badalona con 13 años, solo y sin mi familia. A esa edad hay mucha gente del club pendiente, pero es diferente, porque ya no tienes a tus padres y tienes que solucionarte tú solito tus problemas. Maduras antes, pero es una experiencia que le recomendaría a cualquier chaval porque es muy enriquecedora.
-¿Cómo llevaron esa etapa sus padres?
-Para mi madre, el punto emocional fue más duro, porque mi padre [el exjugador Alberto Abalde] lo veía desde una visión más profesional. Para mi madre fue duro no tenerme en casa, pero maduré rápido y ahora lo llevamos muy bien.
-¿Sigue siendo «hijo de»?
-No, ahora mi padre es el padre de... [se ríe]. No, es broma, es broma. Tengo una familia de básquet entre mi padre, mi hermana [Tamara Abalde] y yo en la que todos estamos muy orgullosos de los otros.
-¿Es usted más Alberto Abalde que su progenitor?
-No lo sé, no lo sé [sonríe]. Pero está claro que él siempre será el predecesor, el que nos abrió el camino.
-¿Le llama para darle alguna lección?
-Cuando eres profesional, tienes a mucha gente que se encarga de decirte las cosas. Evidentemente él me da consejos, pero sabe que prefiero descubrir las cosas por mí mismo, darme cuenta yo solo de las cosas. Aunque siempre da alguna sugerencia.
-¿Y su hermana le da algún tirón de orejas?
-Con mi hermana tengo muy buena relación, así que los tirones de oreja también se los doy yo a ella [se ríe].
-De pequeños echaban bastantes pachangas, ¿ahora también?
-Al principio las echábamos porque yo era muy pequeñito y ella me iba ganando. Pero después cuando llegué a cadete, no sé por qué dejamos de jugar. Habría que preguntárselo a ella, a ver qué dice... [sonríe].
-Ahora está usted por encima en un uno para uno...
-Espero, espero... Este verano a ver si probamos.
-¿Qué recuerda de su infancia en Vigo?
-Amistades que quedan para toda la vida y otra forma de ver el baloncesto, porque ahora es mi profesión. Allí jugábamos para divertirnos y tengo buenísimo recuerdos de campeonatos, de entrenar en Maristas... Se echa de menos, pero cuando voy intento juntarme con mis amigos y echar unas risas con ellos.
-¿Y le dicen que cada vez tiene menos acento gallego?
-Sí, sí, lo he perdido mucho... Igual ya tengo un poco de acento catalán, ¿no?
-Un poco...
-Pero después de estar con gente gallega, hablo en el vestuario y me dicen: «Hablas como cuando llegaste».
-¿Piensa en los Estados Unidos?
-Es también un sueño. Pero no solo para mí, sino para cualquier jugador de baloncesto. Aún así, está lejos. Solo pienso en el presente.
-¿Cómo es jugar en la Caldeira de Sar?
-Muy bonito. Yo fui socio del Obra el primer año de esta nueva etapa en la ACB e iba a todos los partidos. Ahora me toca jugar ahí y siempre que voy, la gente me recibe muy bien. Me encanta jugar ahí, la verdad.