No hay barreras para el Tiburón

antón bruquetas REDACCIÓN / LA VOZ

DEPORTES

MICHAEL DALDER | REUTERS

El recital de Phelps está siendo tan arrollador que no ha dejado ni un sólo objetivo sin cumplir

13 ago 2016 . Actualizado a las 05:00 h.

Lo que está haciendo Michael Phelps en la piscina olímpica de Río de Janeiro agota cualquier calificativo. Nadie se lo habría imaginado. Él avisaba de que llegaba en un buen momento, pero era impensable que fuese cumpliendo punto por punto todos los objetivos que se había fijado. Y eran tan ambiciosos como ser el primer nadador de más de treinta años en lograr un oro en unos Juegos o el de ser el único deportista en ganar cuatro títulos de forma consecutiva en una misma prueba. Ya no hay barreras para el Tiburón. Una por una las ha ido derribando en un recital colosal, de una belleza inédita.

La puesta a punto

Mejorar comida y descanso. Pero la clave para las exhibiciones que está ofreciendo el nadador de Baltimore tienen su origen tiempo atrás. Justo cuando decidió que regresaba de su retiro tras los Juegos de Londres. Entonces mantuvo una charla con Bob Bowman, su entrenador de siempre, y le convenció de que lo preparase para su retorno. Bowman sólo le pidió una cosa: que la preparación fuese como al principio, con la misma ilusión con la que había empezado a ganar medallas en Atenas. Phelps aceptó y al rigor de las maratonianas sesiones sumergido en cloro, le sumaron una alimentación más cuidado y descanso extra.

«Ya no soy un niño. Mis músculos necesitan más reposo para poder rendir a tope como antes y no me puedo permitir comer tantas calorías como solía», decía Phelps cuando le faltaban horas para partir hacia Brasil.

El rey de la longevidad

Ya es el primero en lograr un oro con más de 30 años . También antes de salir de Estados Unidos, aseguró que su principal meta en Río sería convertirse en el primer nadador en ganar un oro individual con más de treinta años. Su cabeza necesitaba desafíos, horizontes sobre los que crecer. En el 200 mariposa, el estilo más exigente de todos, el que inunda el organismo de ácido láctico hasta que lo deja prácticamente paralizado, Phelps hizo algo insólito: derrotó al tiempo. Después del primer largo lanzó un ataque demoledor que minó la moral de sus principales rivales, el húngaro Laszlo Cseh y el sudafricano Chad Le Clos -ambos terminaron desfondados y fuera del podio-. Sufrió para llegar, pero supo apretar los dientes y lanzar una última brazada que quedará para siempre en la historia.

El viraje perfecto

Decisivo en el relevo 4x100. No estaba previsto que lo nadase. Sin embargo, su entrenador Bob Bowman confió en ese halo de ilusión que lo rodeaba tras el 200 mariposa y el 4x200 libre. Estaba emocionado, sonreía como cuando era un crío. Le tocó la segunda posta. Recogió el testigo de Caeleb Dressel en segunda posición, por detrás del equipo francés. Sólo dos centésimas por detrás. En el primer largo se igualó a su rival y en un viraje excepcional -el mejor que le habían visto nunca, en palabras de su entrenador- emergió un metro por delante del francés. Tocó la pared en 47,12 segundos, su récord personal.

Grandes registros

A unas centésimas del récord del mundo en el 200 estilos. Pero su deslumbrante registro en el 4x100 estilo libre no fue el único que ha liberado en Río. En el 200 estilos bordeó el récord del mundo de su compatriota Ryan Lotche, que había parado el crono en 1.54,00 en el Mundial de Shangái del 2011. Su marca, sólo 66 centésimas por encima de aquel estratosférico récord. Gracias, en gran medida, a un último 50 rapidísimo. Eso le permitió alcanzar el final de la lámina de agua con una suficiencia abrumadora. Llevaba metros de ventaja a sus oponentes. El primero en acercarse a la zona de los tacos fue el japonés Hagino, que lo hizo casi dos segundos más tarde.