Una catapulta de alcance planetario

Pablo Gómez Cundíns
pablo gómez A CORUÑA / LA VOZ

DEPORTES

KOPA

Una de las peleas más intensas que se recuerdan en cualquiera de las disciplinas de combate conocidas sirvió para forjar una de las leyendas más sólidas del deporte gallego

18 abr 2016 . Actualizado a las 09:28 h.

Campeones mundiales tiene Galicia y ninguno como Manolo Planas (Madrid, 1969). En su palmarés, cuatro Campeonatos de Europa (los dos primeros en 1996) y cinco Mundiales de kick boxing (de 1999 a 2001), pero ninguno como el primero, el del viernes 16 de julio de 1999, el que le arrebató en el Palacio de los Deportes de Riazor a uno de los grandes como era el holandés Gerold Mamadeus.

Planas ya había aprendido la lección en 1992 contra el ruso Valery Kulibaba, única ocasión en la que el gallego abandonó. «No iba preparado. Una semana antes estaba en la playa en Noia y acepté en contra del criterio de mi hermano Chano [su entrenador]», recuerda. Aún así, Manolo Planas tuvo contra las cuerdas a su rival. Hasta que se le acabaron las fuerzas.

Pero en 1999 fue diferente. Ambos púgiles se habían entrenado a conciencia. Se esperaba un combate durísimo. «Así fue. Tanto, que no lo celebré. Pude tumbarlo en el segundo, pero llegó al duodécimo. Acabamos muy al límite», rememora el gallego.

Manolo adecuó el ritmo a su gusto contra un rival más experimentado. Presionó hasta el sexto asalto, bajó el ritmo en el séptimo y octavo y volvió a incrementarlo en el décimo y undécimo. «En el último asalto yo ya sabía que la pelea estaba ganada y solo me dediqué a contragolpear. Se había cumplido lo que habíamos entrenado y no me cogió con ningún golpe de tirarme a la lona me que obligase a cambiar mi estrategia», relata.

Fue la pelea del año en Europa. En el segundo, Manolo Planas lanzó una combinación de golpes que culminó con una patada en la cabeza de Mamadeus que le hizo temblar las piernas. Pero el holandés supo capear el temporal. «Se las sabía todas», resume Planas. Fue demasiado.

«Cuando llegué al vestuario, no pude ni sacarme fotos con nadie, estaba destrozado, y el esfuerzo de concentración me terminó de agotar. No dormí en toda la noche y a las siete de la mañana me puse a vomitar. Bajé a la calle a dar un paseo, me hidraté, tenía las piernas doloridas. Pero Mamadeus no estaba mejor. No salió de la habitación de hotel. Fui a saludarlo al día siguiente y no pude», cuenta.

El día del combate, hizo lo de siempre. Se hidrató bien tras levantarse, paseó, atendió a la prensa, y se tomó su café en el Furecán, el bar de su barrio, Feáns. Descansó, a las siete de la tarde se tomó su dulce para evitar bajones de glucosa y se fue a Riazor. Ocho mil personas abarrotaban el Palacio. Entre ellas, el exfutbolista del Deportivo y ahora entrenador del Rayo, Paco Jémez. «Vas a ganar la pelea, si estás convencido. Te has preparado bien», le dijo. Y Manolo pensó: «Qué manera de transmitir fuerza. Tengo que subir al ring a disfrutar. Están todos pendientes. Estoy en mi casa». No había pensado en el combate en todo el día por salud mental. Salió al ring con el Olé de Azúcar Moreno (en el futuro, tomaría el relevo el tema compuesto por Tonhito de Poi).

Y ganó, claro. «Yo era un desconocido, pero ese combate precioso, que aún hoy te mantiene enganchado cuando lo ves, me catapultó del todo mundialmente».

La celebración quedó para el domingo, uno de esos míticos domingos de Santa Cristina que ya no se estilan. Y en las fiestas de Feáns. Con el presidente de la federación internacional y los equipos Planas-Mamadeus mezclados. «Este deporte es así. Comimos todos en mi casa. Y los deportistas coruñeses estábamos más interrelacionados. Teníamos mucho trato con el Super Dépor. Fue una época muy bonita. Quizás todo eso se haya perdido», lamenta.