Concebida para ser campeona junto a su hermana Venus, su padre preparó a Serena desde niña para ese objetivo. Y la historia de las Williams supera cualquier fantasioso guión que convierta en realidad los sueños mas increíbles.
Nacida en Míchigan y criada en un suburbio de Los Ángeles, se trasladó con su familia al otro extremo del país, a Florida, donde se iniciaron sus precoces carreras tenísticas. A finales de los 90 irrumpió junto a su hermana Venus en un circuito en el que todavía dominaban Graf, Seles, Capriati, Mary Pierce, Arantxa, Hingis...
Sus apariencias exóticas y los shows, provocados fundamentalmente por su padre, entrenador y manager, Richard, no cayeron excesivamente bien entre las jugadoras de aquella época. Sin embargo sus cualidades tenísticas afloraron muy pronto, y sus estilos agresivos dieron sus frutos: Venus llegaba a la final en Nueva York contra Hingis en 1997, y en 1999 con 17 años Serena ganaba en Flushing Meadows su primer grand slam. Tres temporadas más tarde conseguía también triunfar en París y Wimbledon, y en el 2003 lo hacía en Melbourne.
Desde entonces hasta ahora, Serena describió una carrera plagada de éxitos, conseguidos frente a jugadoras de varias generaciones que no han podido con las diferentes versiones que ha ofrecido la extravagante jugadora norteamericana. Potente, agresiva, dotada de un saque demoledor y golpes definitivos, con un carácter ganador insaciable, con una garra capaz de superar los peores momentos, ha minimizado esa sensación que transmite su exuberante figura de jugadora lenta y pesada.
En una demostración mas de que no existe un estereotipo único que garantice el éxito, la pequeña de las Williams, menos longilínea que su hermana Venus, pero mucho más competitiva, ha dominado el circuito femenino en los últimos años. Y lo ha hecho también de una forma atípica, sin centrarse exclusivamente en el tenis, sino compaginándolo con estudios de arte, creando y modelando su propia marca de ropa e interviniendo en pequeños papeles de películas de televisión.
Nada de ello le ha restado un ápice de potencial para seguir demostrando sus ganas de competir y su ambición por ganar. Ni siquiera serios problemas de salud, como una delicada operación en el 2011, tras sufrir una embolia pulmonar, puso freno a su impresionante trayectoria. Al revés, al año siguiente conoció y empezó una relación profesional y afectiva con el técnico francés Patrick Mouratoglou, cuyos consejos activaron nuevamente las mejores condiciones de Serena.
La jugadora de fácil sonrisa fuera de la pista y gesto de fiereza dentro se quedó en verano a dos triunfos de completar el Grand Slam original, los cuatro majors en un mismo año. Acumula 21 títulos en los cuatro escenarios míticos del tenis, a uno de los de Steffi Graf. Casi nada. Quién iba a suponer en Wimbledon 97, cuando Burrieza pasó previa, que aquella jovencita de 15 años, que con su hermana y su madre compartieron transporte al hotel con nosotros, iba a lograr tan excepcional palmarés.
Lo ha logrado disfrutando del juego pero «sin considerar el tenis como la única salida». Quizá esa forma de entender la vida le haya dado el equilibrio necesario para mantener durante un período tan largo un dominio incuestionable en el tenis femenino. El sueño de Richard Williams ya se ha cumplido, en una de las más singulares trayectorias en el mundo del deporte. Ahora también recibe grandes reconocimientos públicos, pese a aquella derrota sorprendente en la semifinal de Nueva York que frustró el Grand Slam.