El mismo sorteo, las mismas caras

José M. Fernández TIEMPO MUERTO

DEPORTES

15 dic 2015 . Actualizado a las 05:00 h.

En el fondo, la Champions League, ese torneo que la UEFA se sacó de la manga para proporcionarse unos suculentos ingresos extra y, ciertamente, para dar lustre al fútbol europeo, no deja de ser previsible. Y es que la maquinaria del fútbol europeo se mueve tan lentamente como sus anquilosadas estructuras. El sorteo que emparejó al Barcelona con el Arsenal o al Real Madrid con el Roma se celebró ayer, pero podría ser el del año pasado o el del 2005. Vale, se renuevan las plantillas -algunas-, y de vez en cuando aparece algún invitado sorpresa -el Gante o el Wolsburgo y algún representante del fútbol del Este que volverá a enterrar sus opciones en el parón invernal-, pero no es necesario un excesivo esfuerzo intelectual para toparnos con varias oportunidades de alimentar ese morbo que, aunque creíamos haberlo olvidado, se repite un sorteo sí y otros también. Siempre hay motivos para saldar viejas cuentas pendientes y un cruce de banquillos que, ese sí, se repite tanto que por momentos añoramos a sir Alex Ferguson, Marcelo Lippi o, por supuesto, el entrañable Jabo Irureta.

Ahora, los cromos cambian poco y como los entrenadores se han habituado al uniforme de traje y corbata -alguna honrosa concesión se atreve a apostar por la moda más avanzada- es fácil despistarse y esperar ver un enfrentamiento entre el Chelsea de Rafa Benítez y el Barcelona de Pep Guardiola o, de no ser por su enésimo regreso a las andadas, el Inter de Mourinho y el PSG de Ancelotti.

Es tanto el inmovilismo que afecta a los banquillos de los grandes de Europa que apenas cambiaría nada si en el bombo de octavos de final recogiera los nombres de Carlo Ancelotti, Pep Guardiola, Rafa Benítez, José Mourinho o, por supuesto, Arsene Wenger, el único fiel, a su equipo, al ideario del gusto por el buen fútbol y a su habitual eliminación cuando los incautos -ciertamente, cada vez menos- que aún creemos en el viejo caballero francés nos las prometemos muy felices. Como las meteduras de pata de Florentino, los fiascos de los gunners también regresan cada primavera.

Así que a la espera de que el Calcio vuelva a ser italiano y una vez que sabemos que el Barcelona, Real Madrid, Bayern, PSG y la cada vez más excepcional opción británica se repartirán una y otra vez el pastel final, la emoción se reduce a saber si Rafa Benítez tiene tantas posibilidades de llegar a febrero como su equipo de eliminar al Cádiz en la Copa o si el quebradero de cabeza que, a buen seguro, le está dando a Abramóvich la irrefrenable bajada del precio del petróleo le permitirá, en un momento de tranquila lucidez, regalarle a Mou otro multimillonario plan de pensiones. Al oligarca ruso le saldría caro su segundo tropiezo en la misma piedra, pero aliviaría el hartazgo de la entusiasta afición británica y, de paso, a lo mejor abre la puerta de nuevo a Ancelotti o a Pellegrini, que a su vez dejaría el una vía para que Guardiola aterrice en el City, el Bayern se atreva con Benítez y Florentino, una vez que se deshizo de Casillas y exprimió la paciencia de Ronaldo, decida que lo que realmente añora, además de la excelencia, es la gresca de Mou.

Y así, año tras año.