Tristeza por Marta Domínguez

Gaspar Rosety LA VOZ

DEPORTES

25 nov 2015 . Actualizado a las 05:00 h.

Pertenezco a esa clase de periodistas que respeta la presunción de inocencia, lo que no implica excluir la culpabilidad de las personas, sino, simplemente, conceder en el juicio periodístico el mismo margen que el ordenamiento jurídico. Aunque muchas personas me indicaron que Marta era culpable, preferí esperar todas las sentencias para creer lo que me parecía increíble y lo que, en definitiva, no quería que sucediera.

Marta ha sido un modelo para muchos jóvenes, por su esfuerzo, por su trabajo, por su enorme dedicación y, ahora, nos encontramos con la desagradable noticia de que cruzó la raya de lo permitido. Lo siento por ella, en primer lugar, que se sentirá desposeída de sus títulos y de su vitola de deportista ejemplar y porque el atleta es el que menos sabe de toda la preparación farmacológica que consume. Lo que sí es seguro es que Marta sabía que estaba en el límite y caer al otro lado era más que posible. La gente comenzará a mirarla mal, quizá los que antes la idolatraban la derrumbarán de su pedestal de artificio. Lo siento por el deporte español que sufre otra cornada, por más que nos empeñemos en la tolerancia cero y en la lucha contra el dopaje, e incluso, aunque hayamos calcado una legislación internacional, la de la AMA, que sobrepasa nuestro margen constitucional y nos sitúa en la vanguardia legislativa internacional.  

Y lo siento por todas esas jóvenes promesas del atletismo que pegaron la foto de Marta en las paredes de sus habitaciones, adolescentes que soñaron con colgarse del cuello las mismas medallas que Domínguez.  No lo siento por mí, porque siempre defenderé la presunción de inocencia pero sí lamentaré que muchos aprovechen para condenar a la primera insinuación contra cualquiera. Hoy me viene a la cabeza aquella portada: «Marta Dopínguez». Recuerdo que me revolvió la conciencia. Ahora, se demuestra que ellos tenían razón en el pronóstico. Y quizá mejor información. Sea como fuere, siento una profunda tristeza y una enorme decepción.

Lamento mucho, y les pido humildemente disculpas,  haberme equivocado, haber creído en ella. Los tribunales han dictado sentencia.