A mayor gloria de Cristiano Ronaldo

Manuel García Reigosa
M. G. Reigosa EL PERISCOPIO

DEPORTES

03 oct 2015 . Actualizado a las 05:00 h.

Los números de Cristiano Ronaldo son incuestionables, como su fútbol, más de aplastamiento que de seducción. Cautiva por su capacidad de arrastre, por su voracidad, a veces excesiva. Sumar 324 goles es una barbaridad, pero más lo es la media, ya que son más dianas que partidos, 308. Las estadísticas resultan tan contundentes que avalan cualquier homenaje.

También lo respalda su trayectoria en el día a día. Los días de partido y los de entrenamiento, con una profesionalidad intachable. Pocos jugadores de alto nivel se cuidan tanto como el delantero portugués. No se le recuerda una reincorporación tardía por haber perdido un enlace aéreo. No es de los que se borran. Predica con la dedicación.

A Cristiano Ronaldo lo que no le ayuda es el dominio de la escena, porque proyecta una imagen de arrogancia que quizás no le haga justicia. Porque un tipo altanero no es de los que reclaman al utillero para la foto de celebración, como él ha hecho en más de una ocasión.

Sin embargo, los bufidos de sus celebraciones, los gestos de desaprobación cada vez que no le llega un balón o sus silencios ante la prensa cuando así lo decide porque le da la gana son episodios que no suman. Y homenajes como el que le tributó el Real Madrid en el Santiago Bernabéu, probablemente tampoco. Porque parece hecho a mayor gloria del futbolista. Porque ese récord estuvo antes en poder de Raúl, y antes de Di Stéfano, leyendas del madridismo. Y no hubo fastos conmemorativos.

Cristiano Ronaldo se merece el reconocimiento, pero pareció un poco forzado. Como convocar una fiesta para decirles a Monica Bellucci o Brad Pitt que son muy guapos. Y sin público en la sala.

Florentino Pérez se extendió en elogios hacia el delantero luso. «El madridismo te adora y te quiere porque sabe lo que significas por tu voracidad, carácter y ambición sin límites. Eres un ejemplo para todos los que amamos el fútbol, y lo eres dentro y fuera del terreno de juego. Además, los que te conocemos sabemos que posees un corazón solidario que te hace más grande». Y lo dijo en el templo blanco: «Este estadio es un lugar destinado a crear millones de emociones y fue pensado para derribar fronteras. Somos y seremos un club que aspiramos a imposibles y que se pueden conseguir con un gigante como Cristiano». Faltaba la presencia del madridismo, el gran destinatario de esas emociones, para que fuese también testigo y partícipe del homenaje.

Los números de Cristiano Ronaldo que propiciaron el homenaje del club son incuestionables. Pero las estadísticas tienen el inconveniente de que no recogen lo que en baloncesto se agrupa bajo la denominación de los intangibles. Porque no es lo mismo el triple que decanta un partido que el que se anota con veinte puntos de renta.

Como decía Di Stéfano, no vale igual el primer gol que el tercero, el que abre la cuenta que el que la alimenta. Y cotizan más alto los que deciden títulos.

En ese terreno Cristiano Ronaldo anotó un majestuoso tanto de cabeza en la final de la Copa del Rey que el Real Madrid conquistó ante el Barcelona de Guardiola. Y no vienen a la memoria más muescas de ese calibre.

Sea como fuere, CR7 es un futbolista colosal, que le ha salvado muchos partidos al conjunto blanco. Un jugador que se ha ganado a pulso un lugar entre los mejores de la historia. Y, probablemente, si cuidase un poco más la imagen que proyecta todavía, parecería más grande. Sin homenajes que lo emparentan con la vanidad.