Katie Ledecky ya es un mito, de esos que surgen de vez en cuando y consiguen que la natación siga siendo uno de los deportes más espectaculares en los grandes eventos. Ledecky técnicamente es magnífica. Sus manos entran en el punto perfecto, a ambos lados del eje central del cuerpo, sobre el que gira para respirar sin romper la línea recta. Sus codos se doblan alta y relajadamente fuera del agua, y ya en la tracción vuelve a doblar el codo llevando la mano hacia el estómago, para luego ir lo más atrás posible, en el empuje fundamental. Perfecto, técnica de velocista para una fondista. Sin embargo, tiene un ligero tic, un pequeño salto al respirar, con lo que obtiene un ritmo de brazada -frecuencia- ideal, algo así como el diapasón para un músico. En sus virajes, acabados con una patada de delfín, consigue salir claramente más allá de los 5 metros, cuando casi ninguna otra es capaz de superar la corchera roja. Se percibe que posee una gran flotabilidad, ya que su cadera va elevada, y sus pies igualmente, lo que no debería suceder ya que sus piernas trabajan en el clásico dos patadas por dos brazadas, que economiza desgaste energético a costa de hundirse de atrás.
Aunque observé algo muy peculiar: a mitad de la prueba cambia al más eficiente seis patadas por cada ciclo de brazos. Es algo que vi en el 800, y por curiosidad volví a revisar el 1500 y, efectivamente, justo al salir de los 900 comenzó su batir de pies, primero tímidamente, luego poco a poco cada vez más vigoroso y que en el último largo se convierte en un motor fuera borda, con un 50 final que muy pocos fondistas son capaces de desarrollar.
Pero hoy la información de los métodos de entrenamiento y de técnica de nado no consiente secretos. Y Ledecky marca las diferencias porque creo que ella sí tiene un secreto, su singular carácter competitivo, que para mí se refleja perfectamente en la foto de La Voz del domingo que recoge su entusiasmo al conocer su récord del mundo de 800. Su rostro se ha transformado, ya no es la dulce muchachita que hemos visto en la salida, no seríamos capaz de reconocerla, es un depredador que festeja el éxito de su cacería, con la dentadura al aire y su mandíbula inferior saliendo amenazadoramente hacia adelante. En ese momento nos demuestra su genuina forma de ser, el motor de «la dulce Katie».
Carlos Bremón es presidente de la federación gallega de natación.