Cuando compiten juntos acaparan todas las miradas. La historia del deporte se ha edificado sobre una acumulación de duelos intensos, de preciosas disputas entre antagonistas. Pero no demasiadas del nivel de la que mantienen desde hace un lustro Javier Gómez Noya y Alistair Brownlee. El triatleta gallego jamás ha negado que al británico le ha visto hacer cosas que no son de este mundo. Sin embargo, su terrenal persistencia, la valentía de resistirse a bajar los brazos, ha conseguido doblegar a Alistair en no pocas ocasiones. El carácter machacón del ferrolano le ayuda a sostener un nivel sobresaliente durante todo el año. En su calendario solo faltan tres semanas, las que se concede de vacaciones. Y si alguien quiere ganarle, sabe que está obligado a atravesar límites. En eso Alistair no tiene rival. Le va como a nadie desatar un vendaval sobre la bicicleta en cada repecho y levitar por el asfalto con zancadas de mediofondista. Su hermano Jonathan también ha buscado escalar esa frontera. Y lo ha logrado en momentos puntuales. El problema cuando alguien se enfrenta a Gómez Noya es que este esfuerzo descomunal debe ser capaz de aguantarlo desde marzo hasta septiembre. Una apuesta difícil de pagar. De lo que no cabe duda -y ayer no fue una excepción- es que ver a Alistair y a Javier en una lista de salida es un regalo para el espectador.