Gómez Noya, tercero, en otra exhibición de Jonathan Brownlee

Antón Bruquetas

DEPORTES

DELLY CARR ITU

El triatleta gallego consiguió arañar un podio después de perder el corte en el segmento de natación

11 abr 2015 . Actualizado a las 16:44 h.

En un mar revuelto, con la fuerte corriente de uno de los templos del surf, la Gold Coast australiana, el ritmo en el agua lo volvió a marcar el eslovaco Richard Varga, un puñal para sus compañeros en cada brazada. A sus pies, los de casi siempre, el británico Jonathan Brownlee, Javier Gómez Noya, los hermanos Polyanskiy y un sorprendente Pierre Le Corre.Varga se vació de tal modo que en la mitad del 1.500 inicial ya había hecho un corte de medio minuto con respecto a los triatletas que peor lo pasan cuando toca sumergir la cabeza. Entre ellos, el mallorquín Mario Mola, actual subcampeón del mundo, y el sudafricano Richard Murray. Fue un corte nítido, como hace tiempo que no se recordaba. Parecía traído al presente desde aquellos días en los que Alistair Brownlee y su grupo de trabajo eran una maquinaria engrasada a la perfección y no dejaban un cabo suelto ni un segundo de respiro desde el principio hasta el final de cada competición. Londres 2012 fue el colofón a ese plan urdido entre la neblina de Yorkshire. Pero aquí no estaba Alistair, el capo, que lleva dos años enjaulado entre aventuras en las pistas de atletismo y las lesiones. Y sin él, ninguna carrera terminaba igual de redonda. Al menos hasta hoy.

Varga avivó de nuevo la maquinaria y a poco de concluir el 1.500, Javier Gómez Noya lo pagó. Apareció un hueco, al principio prácticamente imperceptible, que primero se transformó en cinco segundos y que acabó siendo de diez en las transición. Allí se le empezó a evaporar la posibilidad de competir por la victoria. Jonathan Brownlee, los hermanos Polyanskiy y Varga no miraron para atrás. Empezaron a relevarse con la determinación de un equipo durante una contrarreloj. Por detrás, Gómez Noya se quedó con los norteamericanos Tommy Zaferes y Ben Kanute, el japonés Tamaya Hirokatsu y el irlandés Ben Shaw ?ninguno, salvo el triatleta gallego, conseguiría acabar la prueba?. Menos piernas para ese mano a mano, esa lucha de poder. Pronto las diferencias se fueron abriendo y en apenas diez de los 40 kilómetros del segmento en bicicleta ya estaban por encima del medio minuto. 

Más rezagado, a otros 30 segundos, transitaba el pelotón de Mola, Murray, Fernando Alarza y Vicente Hernández. Era un grupo numeroso. Lo suficiente como para que cada paso por la cabeza no apelmazase los cuádriceps. Esfuerzos más cortos y con mayor espacio para la recuperación. El pulso se sostuvo durante 20 kilómetros cuando Gómez Noya se dio cuenta de que si quería mantener alguna opción de ganar, debía dar un paso atrás. El pelotón les echó el guante y a partir de ahí se activaron para dar caza a Jonathan Brownlee. 

El líder del Mundial, que se había mostrado intratable en el 10.000 final de Auckland, estaba dando una exhibición. La caída de Igor Polyanskiy redujo su grupo a tres. Y a Dmitry, el otro Polyanskiy, le costaba un mundo no perder la rueda cada vez que se doblaba una esquina o se afrontaba la pequeña zona de subida que tenía el recorrido. 

Del minuto se pasó a los 47 segundos y de 47 a 37, y semejaba que, poco a poco, se iba imponiendo la lógica. El coloso que venía por detrás lanzado tenía que engullir a tres valientes agotados y atormentados al comprobar que todo el derroche de energía que habían hecho se podía quedar sin premio, se podía esfumar en un suspiro. 

Pero aguantaron. Jonathan se dejó hasta la última gota de sudor para alcanzar la segunda transición con 23 segundos de ventaja. Ahora solo faltaba por saber si en ese 10.000 final se iba a desmoronar, si cada músculo de su cuerpo se iba a resentir de aquella batalla en la que lo más humano sería perder. Después de los primeros 2.500 metros a pie, no solo había resistido, ya sin Varga y sin Dmitry, sino que había incrementado el hueco con respecto a un pequeño grupo que lideraba Mola y en el que viajaban Richard Murray, Vicente Hernández, Courtney Atkinson, Pierre Le Corre y Gómez Noya. Era Jonathan, pero, sin duda, parecía Alistair. Fresco, con la zancada liberada, y el gesto relajado, después de un recital mastodóntico. Y no solo no cedía, seguía abriendo distancia. 

Al paso por la segunda vuelta, en el ecuador del trecho decisivo, Mola decidió cambiar. Su ataque despedazó el bloque de seis que corrían tras las estela de Jonathan. Atkinson dijo basta y al rato también Le Corre. Fue justo en el momento en que Gómez Noya pasó a Murray y Vicente Hernández y se puso a tirar, no quería perder de vista a Mola. En la tercera y penúltima vuelta, Murray acusó el trabajo que había hecho sobre el manillar y se le fue alejando el podio. Brownlee atravesó la línea de llegada exultante y se desmoronó sobre el suelo como solo lo hacen los héroes. Dos victorias seguidas y una demostración de poderío arrolladora. Mola fue segundo y Gómez Noya se liberó de Vicente Hernández a un kilómetro de la meta para colgarse el bronce. «No ha sido mi mejor día», reconoció poco después el triatleta gallego que, pese al resultado, continúa segundo en la clasificación del Mundial.