En la mente de Rory McIlroy figura la posibilidad de completar el Grand Slam en su carrera. Descansó la semana pasada para focalizar ese objetivo. El norirlandés lo tiene todo para conseguirlo. Brilla como número uno mundial, y me encuentro entre los admiradores de su forma de jugar e interpretar el golf.
Pero el Masters exige mucho. McIlroy no lo tiene nada fácil para ganar en Augusta y cerrar el círculo de los cuatro grandes por un motivo, el nivel de los rivales. Entre los aspirantes citaría a Bubba Watson, Dustin Johnson, Jordan Spieth y Adam Scott, talentos capaces de rendir en campos como el de Augusta, donde son auténticos especialistas.
Por lo demás, el crédito de McIlroy resulta muy amplio para cerrar esta semana el círculo. Incluso aunque recordemos el palo que sufrió hace ahora cuatro años en el Masters, cuando desperdició una renta muy amplia por un mal momento y varios errores tácticos. Pegó mal un driver e insistió en las salidas con ese palo pese a que en Augusta tampoco resulta fundamental elegirlo. Los jugadores pueden defenderse sin utilizarlo, sin arriesgar tanto.
No creo que le afecte ese recuerdo a nivel mental porque ya ese año demostró una enorme capacidad para rehacerse muy pronto. A la mayoría de jugadores les hubiese costado mucho recuperarse. Y, acostumbrado a competir con el cartel de número uno, McIlroy no debería verse afectado por la presión de poder cerrar el Grand Slam. Me gusta su actitud: juega con espontaneidad, lleva un ritmo rápido y actúa como un buen espejo para los jóvenes, alejado de esos movimientos mecanizados de otros profesionales. Afortunadamente, los jóvenes norteamericanos que salen ahora siguen en cierto modo ese molde, con swings más naturales, cada uno según su estilo, pero muy sueltos, no como robots.
Aunque le falte un título, Augusta National se adapta a las condiciones de McIlroy, donde cuenta con el repertorio para ganar. ¿Y las condiciones? Le beneficia si no llueve, porque le van los greenes rápidos y pueden descartar más rivales, y también le ayuda algo de viento, porque lo domina bien.