La hora del cénit de Löw

Miguel Álvarez REDACCIÓN / LA VOZ

DEPORTES

El técnico ha reinventado a Alemania para auparla a los altares

12 jul 2014 . Actualizado a las 20:17 h.

No fue un futbolista de máximo nivel, pero sí que brilla con una pizarra debajo del brazo. Joachim Löw ha sido el arquitecto de la deslumbrante Alemania. Asumió el cargo de seleccionador en 2006, después del Mundial disputado en su país. Y, desde entonces, la selección no ha parado de crecer. Admirador confeso de España -«sigue siendo maravillosa», afirmó poco antes del torneo de Brasil-, no ha dudado en dejar de lado el fútbol tradicional de la Mannschaft para apostar por el talento y la fantasía. No se ruboriza a la hora de alabar a los rivales o de enzarzarse con los colegas que le molestan. Lo hizo con Van Gaal antes del campeonato, cuando el holandés le reprochó que sus vitrinas de trofeos estuviesen vacías. Y, a pesar de todo, es un hombre tranquilo. Mañana, afrontará la gran oportunidad de cerrar el círculo. De devolverle a su país la corona del balompié.

Jurgen Klinsmann, actual seleccionador de Estados Unidos, reclutó a Löw como ayudante en el año 2004. Fue una decisión sorprendente, pero que funcionó a las mil maravillas.

Löw, que había triunfado en clubes austríacos, aderezó el plan de Klinsmann con su visión táctica ofensiva. El objetivo era convertir a la Mannschaft en una trituradora, pero con armas diferentes. Con el balón como aliado y los pases como carburante.

En el Mundial de 2006, disputado en casa, Italia los apartó de la final en el último suspiro de la prórroga. Pero el equipo no se vino abajo y finalizó en el tercer puesto tras superar a Portugal por 3-1. Un bronce que supo a gloria y que conllevó el ascenso de Löw a seleccionador.

Debutó en un amistoso contra Suecia con triunfo por 3-0 y dos goles de Klose, uno de los pocos que aún permanecen en el equipo. El camino hacia la excelencia y el cambio había comenzado.

Löw ha tenido la fortuna de que las nuevas hornadas de jugadores alemanes poseen una excelente calidad. Un nutriente ideal para el fútbol que él persigue. Trata de emular la filosofía que España ha impulsado en la última década. Y fue precisamente esta selección la que le apartó de la gloria en la final de la Eurocopa de 2008. Un tanto de Fernando Torres le condenó al subcampeonato.

La siguiente prueba llegó en el Mundial 2010. Ballack, el capitán, se lesionó y adelantó su jubilación. Pero había alternativa. Özil, Müller, Khedira o Neuer despuntaron en un combinado que mantenía pesos pesados como Schweinsteiger o Lahm. El techo fueron las semifinales. Una vez más, la idolatrada España se cruzó en el camino. Un cabezazo de Puyol a la salida de un córner les apartó de la final.

Consolidación

Las líneas maestras del plan de Löw ya habían cuajado. Fútbol combinativo, defensa a través del balón, posesiones largas... Y, sobre todo, talento a grandes dosis. A la hornada bautizada en el Mundial 2010 se unieron Götze, Hummels, Reus o Schurrle. El equipo volvió a funcionar en la Eurocopa 2012. Hasta que Italia segó el sueño en semifinales con (2-1). A Prandelli, su verdugo, también le habían atraído las influencias españolas, idénticas a las de Alemania.

Dos años más tarde, llegó el Mundial de Brasil. Alemania se integró de inmediato en la terna de favoritos. Y la obra de Löw afrontó el examen final. El crecimiento de Kroos añadió picante y fluidez al ataque alemán. Y los resultados no tardaron en llegar.

Paso a paso, y con mucho sufrimiento frente a Argelia en octavos de final, el camino se fue allanando. Aplastaron a Brasil con un inolvidable 1-7 en la penúltima ronda. Y la gran hora llegó. Argentina será el escollo definitivo antes que la obra de ingeniería diseñada por Löw pueda alcanzar su anhelado cénit.