La medallista olímpica Begoña Fernández triunfa en el Vardar del país balcánico
04 dic 2013 . Actualizado a las 11:08 h.Los gallegos siempre han tenido buena mano cuando han decidido emigrar. La presencia de Begoña Fernández Molinos (Vigo, 1980) en Skopje no es un ejemplo más, sino el mejor de los botones de muestra.
La gallega, medallista olímpica en los Juegos de Londres del 2012 (un bronce como capitana de la selección española de balonmano -a las jugadoras las apodaban las Guerreras- para hacer historia), continúa en estado de gracia y tras haber decidido fichar por el Vardar, repasa para La Voz sus primeros meses en Macedonia. «Surgió la oportunidad, el club ha hecho una apuesta muy fuerte y aspiramos a ganar la Liga de Campeones. Después de la medalla olímpica, la plata europea y el bronce mundial, además de los demás éxitos nacionales, digamos que es el título que me falta en mi carrera. Quería cumplir esa ilusión», dice.
Sin embargo, Begoña Fernández analiza su trayectoria no solo en términos estrictamente deportivos. «Cada momento de mi vida ha influido en mi balonmano. Hubo etapas para jugar y divertirme. Después, sentí la necesidad de dar un salto e intentar llegar a lo más alto. Más tarde, el reto era disfrutar continuando al máximo nivel. Y, en cierto modo, probar suerte en el extranjero y en el Vardar responde a otra fase más en mi modo de pensar», explica la jugadora gallega.
«A nivel personal, nunca me había planteado jugar en el extranjero. Siempre decía que como en España, en ningún lado. Pero ahora digo que si algún deportista tiene la oportunidad de salir a jugar en el extranjero que no lo vea como algo negativo, sino como una experiencia para enriquecerse, en lo personal y en lo profesional», abunda. «De hecho, yo misma tenía algo de miedo antes de irme porque estaba muy a gusto en Estella, aunque más con el corazón que con la cabeza porque la situación económica empezaba a afectar. Y dada la situación de España, no me quedó otra alternativa», añade al tiempo que desmiente que las únicas causas de su salida sean económicas: «Es el punto de partida, pero si eso provoca que las mejores jugadoras se marchen, el nivel del campeonato baja, y si la motivación de una pasa por rendir en la élite, entonces la conclusión es lógica», argumenta. «Además, a mi edad veo todo con mucha más calma y tenía ganas de vivir esta experiencia», matiza.
Tras haber probado en el RK Zajecar serbio, la gallega se decidió a mudarse a Skopje. «La diferencia era grande, pero porque pasé de un pueblo a la capital del país. Es más, había estado en Skopje en el 2008 y cuando me llamó el presidente del club le dije que el recuerdo que tenía era el de una ciudad descuidada. Cuál fue mi sorpresa al comprobar lo moderna que es ahora», relata.
Grecia, Rakia y el pescado
La adaptación no ha sido problema. «En Serbia fue más complicado, pero había más españolas y eso ayuda. El idioma ayuda. Intento palabras en macedonio, pero me comunico en inglés. Pero una no puede ser igual de simpática en una lengua que no domina», dice. «Por fortuna, las costumbres y el clima son parecidos a los españoles. Las calles tienen un ambiente genial a todas horas. Además, estamos a dos horas de Grecia y cuando puedo, hago una escapada», comenta.
«Salvo curiosidades como el licor Rakia, de unos 60 grados, la comida es similar a España, aunque echo de menos un buen pescado», explica. «La gente es muy amable. Es con lo que me quedo. Los amigos me llenan mucho más que los trofeos de las vitrinas», concluye.