-Sí. Habíamos estado cuatro semanas en régimen soviético en Manzaneda. Le motivaba una prueba diferente, con la subida al puerto, y tenía condiciones para hacerlo muy bien. En un instante todo dio un vuelco. Se cayó por la mañana, y le dije que descansara por la tarde, pero prefirió salir a correr. A él le genera más estrés parar que entrenar. Tapó las heridas hasta el inicio de la prueba, para no dar pistas. Pero luego se vio que no estaba bien. El deporte tiene esos días, como cuando tuvo fiebre tras el viaje de más de 30 horas Sídney-Los Ángeles-San Diego, donde fue octavo.
-¿En carrera le aconseja algo?
-En Londres, al salir del agua, iba 15 segundos detrás de Varga y 9 detrás de los Brownlee, así que le advertí «apura, apura». Podía quedar cortado al inicio de los 40 kilómetros en bici y sería dramático. También le dije que se tapase del aire en el tramo a pie, para guardarse energía para el esprint. Pero no se pueden dar muchos consejos, y es él quien siente y decide, claro.