El tenista recupera algunos parámetros de cuando era una joven promesa para elevar su nivel de juego en pista rápida y exhibirse durante el US Open
12 sep 2013 . Actualizado a las 07:00 h.Hay algo portentoso en el nuevo juego de Rafa Nadal. El sentimiento parece unánime. Nueva York alumbró la mejor versión de un tenista de leyenda, de un deportista excelso. Pero quienes le conocen desde sus comienzos, cuando todavía era una joven promesa, observan en esa forma endiablada de atacar la bola o en esos múltiples cambios de dirección el rastro de aquella figura emergente que aspiraba a convertirse en profesional. El preparador balear Toni Colom viajó con Nadal en aquella etapa floreciente, cuando tenía 15 y 16 años y su tío Toni, el hombre que ha guiado su extraordinaria carrera, no podía acompañarlo. «Antes de que saliésemos de viaje -comenta Colom-, Toni me insistía en que le recordase a Rafael que debía meterse dentro de la pista y golpear a la bola limpia sin demasiado efecto y que no se olvidase de cambiar constantemente de dirección».
Poco a poco, con el paso del tiempo, Nadal fue abandonando ese plan inicial. «Entró en el circuito profesional y desarrolló unas capacidades físicas tremendas. La responsabilidad de cada partido lo fue retrasando por detrás de la línea de fondo, le valía jugar a la contra, sobre todo, en tierra», comenta Colom, quien agrega: «Llegaron los triunfos y no se modificó esta circunstancia, pero la lesión de rodilla y el nivel de exigencia de rivales como Djokovic le han hecho recuperar la mordiente que acostumbraba a mostrar en el pasado».
Metido en la pista
«Ya no puede correr tanto» Los siete meses que permaneció alejado de las pistas fueron una advertencia para Nadal. Debía reconfigurar su patrón de juego, que reposaba en exceso sobre su físico portentoso y en una fuerza de voluntad sobrehumana. «Se dieron cuenta -incide- de que ya no puede correr tanto como antes y, por eso, Rafael [Nadal] ha pasado al ataque». El tenista español dio un paso al frente para recibir antes la bola de su rival, incrementar el ritmo del intercambio de golpes y disminuir la capacidad de reacción de su contrincante.
«Es extremadamente difícil mantener la intensidad y precisión a la que ha estado jugando en las últimas semanas. Complica la vida a sus rivales, porque les roba tiempo para devolver sus raquetazos», apunta Colom. «Pero, como siempre ha hecho a lo largo de su trayectoria deportiva, esta evolución no ha desmontado lo que ya existía. Ese es su gran acierto. No se puso de pronto a dar palos sin sentido. Sabe que irremediablemente hay momentos en los que le toca sufrir», señala el preparador.
Los ganadores
Una bola que vuela como nunca No solo la lesión en la rodilla ha catalizado la reforma de Nadal, la vuelta a aquellos años en los que todavía no vislumbraba la élite. También el poderío de sus rivales, en especial, el del serbio Novak Djokovic, ha convencido a su equipo de que para levantar los brazos no vale con esperar, también es indispensable hacer daño como nunca. Esto le ha llevado a quitarle efecto a las derechas hasta convertirlas en ganadoras. Por su empuñadura no son golpes del todo planos, pero «con el peso que le da Rafael a la bola» se convierten en letales.
Golpes variados
Sofocante para los contrarios Dentro del nuevo plan que ejecutó a la perfección en el US Open, también se encuentra los constantes cambios de dirección. Para mantener la iniciativa en el juego mueve de lado a lado a sus oponentes, que terminan sofocados. Además, Nadal se apoyó en una variada gama de golpes entre las que sobresalió el revés cortado que le ayudaba a alterar el tempo del partido. El jugador balear reconoció también que en la final terminó jugando su revés habitual a dos manos por el centro. «Pudo deberse a una estrategia concreta del partido. Quizás no tenía tanta confianza en que ese golpe le corriese y prefería no abrirle ángulos al serbio desde los que le pudiese atacar con facilidad», explica Toni Colom.
Un saque fiable
La progresión del trabajo Es otra de las claves del éxito de Nadal y la única que no ha recuperado de su época emergente. «Es una persona a la que no le cuesta esforzarse en mejorar en lo que todavía no ha conseguido rendir como debería. El saque ha sido siempre su talón de Aquiles. Ahora, cuando lo veo entrenar, no lo reconozco».