Con el discurso ajeno

josé m. fernández REDACCIÓN / LA VOZ

DEPORTES

Mourinho no entregó el partido de vuelta como había dicho, pero apeló a un once muy alejado de su ideario

04 may 2011 . Actualizado a las 06:00 h.

Mourinho sin careta. Al considerado mejor entrenador del mundo ya no le sonríen los resultados. Y ya se sabe que perder cuando solo importa ganar deja en la más profunda orfandad a su protagonista. El técnico portugués se borró del partido de ida tras la expulsión de Pepe y firmó la rendición para el de vuelta. La final, misión imposible. En realidad, una cortina de humo, como sus teorías de la conspiración, un muro que aparentemente lo protegía de cualquier crítica por la impúdica versión que montó en la ida de un Madrid medroso y a la contra.

Mayor vocación ofensiva

Una pose, porque el Madrid buscó lo imposible en el Camp Nou, tiró de un once inicial con mayor vocación ofensiva que de costumbre y fue a buscar al Barça a su campo. Quizá más por el estado de necesidad que por la creencia en un modelo. Mou se tuvo que ver contra la pared para variar su estilo, para buscar un partido más abierto, un peligroso cara a cara frente al rival que mejor se maneja con el balón en los pies. Al menos, a unos y otros habrá que agradecerles que el choque no se convirtiera en un festival de egos, en una tangana continua, un guió del que solo se salió un excesivo Adebayor.

Guerrero en el esfuerzo, al Madrid le duró la convicción media hora. Eso sí, en ese tiempo no creó ni una sola ocasión de gol y se encontró con el aluvión culé cuando el partido se hizo largo. Casillas puso freno a la avalancha local en el último tramo del primer tiempo, con un Iniesta excepcional.

Esfuerzo elogiable

Al Madrid le cuesta gobernar los partidos, no se siente cómodo cuando necesita imponer un ritmo para el que no parece estar trabajado. Así apareció un equipo elogiable en el esfuerzo, pero corto de juego; peligroso en la intención y liviano en la creación. Al Barça le costó menos trabajo entrar en una vía que, al fin y al cabo, ha elegido en los últimos años. Tocar y tocar, defender con el balón y atacar por las bandas o con los desajustes que Messi genera en la defensa rival.

De Mourinho se admira su capacidad para manejar los partidos lejos del césped y su habilidad para anular la creatividad del rival. Una táctica en función del adversario. Pero el Camp Nou exigía otra alternativa, pedía un equipo valiente, un conjunto más acorde con la espectacular plantilla de un Madrid que ha invertido en fichajes 500 millones de euros en los últimos cuatro años, más que ningún otro club en el mundo. Y Mourinho debía estar a la altura de tal empresa. No lo estuvo la semana pasada en el Santiago Bernabéu, cuando se encontró con un Barcelona tocado, sin Iniesta y con las dudas que había generado la final de la Copa del Rey. Y ayer tuvo su particular penitencia, un duro trago en el que sus hombres se movieron con ambición, y reaccionaron cuando encajaron el gol de Pedro.

Mejor el equipo

Quizá ahora es cuando Mourinho se pregunte por qué no arriesgó un poco más en el choque de ida, cuando pobló de estrellas el banquillo (Kaká, Adebayor, Higuaín y Benzemá), o por qué se ausentó de sus obligaciones tras la expulsión de Pepe o, simplemente, por qué su equipo no juega mejor al fútbol. Si cumple su contrato tiene tiempo para construir un discurso que no apele solo al enemigo exterior. Probablemente, los jugadores, ayer estuvieron por encima del técnico luso.

El técnico luso desaprovechó el choque de ida, frente a un rival metido en dudas

Al Barcelona no le costó entrar en un tipo de juego que ha defendido en los últimos años